
EL CLIMA
sábado, 15 de septiembre de 2012
CUENTITO

martes, 28 de agosto de 2012
La caravana te cuenta un cuentito.

La Ostra y El Cangrejo
Una ostra estaba enamorada de la Luna. Cuando su gran disco de plata aparecía en el cielo, se pasaba horas y horas con las valvas abiertas, mirándola.
Desde su puesto de observación, un cangrejo se dio cuenta de que la ostra se abría completamente en plenilunio y pensó comérsela.
A la noche siguiente, cuando la ostra se abrió de nuevo, el cangrejo le echó dentro una piedrecilla.
La ostra, al instante, intento cerrarse, pero el guijarro se lo impidió.
El astuto cangrejo salió de su escondite, abrió sus afiladas uñas, se abalanzó sobre la inocente ostra y se la comió.
Así sucede a quien abre la boca para divulgar su secreto: siempre hay un oído que lo apresa.
viernes, 29 de abril de 2011
ZAPATERO REMENDON LAFONTAINE
echa suela en el puchero;
zapatero remendón,
te has comido un gran ratón.
Francisco procuraba dominarse y no levantar la cabeza; pero se pintaba tal expresión de tristeza en su cara, que si los niños se hubiesen fijado en ella no le hubieran molestado más; porque, por lo regular, los niños son buenos y no creen causar el daño que a veces hacen con sus travesuras. El más travieso, el que más molestaba al remendón y el que capitaneaba a sus compañeros todos los días al salir de la escuela, se llamaba Rafaelito, tenía nueve años y era el que mayor ligereza mostraba en los pies y mayor fuerza en la garganta para huir y gritar a un tiempo:
echa suela en el puchero;
zapatero remendón,
te has comido un gran ratón.
Francisco cosía los rotos de los zapatos, les echaba medias suelas, siempre pegado a un taburete, que parecía formar parte de su cuerpo, tan encorvado como si nunca hubiese tenido erguido el espinazo. Cuando los niños se burlaban de él, el remendón murmuraba:
echa suela en el puchero;
zapatero remendón,
te has comido un gran ratón.
Tanto coraje le dio a Rafaelito la burla, que se le encendieron las mejillas y se levantó para tirar la horma a aquellos desvergonzados; pero una de las ratas saltó del agujero a su cabeza y le obligó a sentarse, diciéndole en tono zumbón:
echa suela en el puchero;
zapatero remendón,
te has comido un gran ratón.
se detuvo y dijo:
domingo, 27 de marzo de 2011
CUENTITO DE DIOS

El Canto De Dios |
viernes, 17 de septiembre de 2010
UN CUENTITO (grandes)

sábado, 17 de abril de 2010
UN CUENTITO INOCENTE

¡Ah!... y qué lindo era vivir con la abuelita. No todos los chicos tenían esa suerte, pero Fernando y Susana sí y la disfrutaban mucho porque Rigoberta era una abuela con una enorme paciencia: narraba viejas historias y cuentos interesantes; sabía las mejores canciones y los juegos más divertidos; cosía los vestidos de muñecas más lindos y cocinaba las tortas y los dulces más ricos.
Pero un día, porque sí nomás y sin que nadie supiera por qué, la abuela Rigoberta amaneció seria y preocupada.
Y no contó sus viejas historias ni cantó canciones, ni jugó con los chicos, ¡ni siquiera cocinó una torta!
¡Nada!
Toda la familia se asustó: ¿Qué le pasaba a la abuela? ¿Estaría enferma?
A la mañana siguiente, cuando se reunieron para desayunar, se encontraron con que la abuela ya lo había hecho muy tempranito y estaba sentada en su sillón favorito leyendo el diario.
Y eso no fue todo. Cuando le preguntaron qué leía y si había alguna noticia importante, la abuela contestó que sólo estaba buscando trabajo. Sí, tra-ba-jo.
Pero no pudo terminar de hablar, porque el papá, al oírla, se atragantó con la tostada; la mamá se puso mermelada en los dedos; Susana derramó el café con leche y Fernando se cayó de la silla.
Y la abuela Rigoberta, sin darse cuenta de los desastres causados, siguió leyendo muy tranquila.
Finalmente dijo, cerrando el periódico:
-¡Qué barbaridad! No puedo encontrar el trabajo que busco; tendré que poner un aviso ofreciéndome.
-¿Y cuál es el trabajo que estás buscando, abuelita? -preguntó Fernando.
-Justamente, de eso quiero trabajar, de "abuelita" -contestó Rigoberta y siguió explicando que había muchos nenes que no tenían abuela y que eso era muy triste.
Entonces había pensado trabajar para esos chicos en su tiempo libre; es decir, cuando Fernando y Susana estaban en la escuela.
A la familia le pareció una "idea genial", como todas las que se le ocurrían a Rigoberta.
Al día siguiente, el extraño aviso ofreciendo trabajo de abuelita, salió en el periódico y mucha gente llamó por teléfono. Fueron tantos los pedidos, que era imposible cumplir con todos. Y esto, por supuesto, preocupó a Rigoberta, que se encerró en su dormitorio a pensar.
Y pensó… y pensó.
Pensó tanto, que ese día no almorzó ni cenó; sólo apareció cuando ya todos habían terminado de comer el postre.
Entonces anunció muy contenta, que ya tenía la solución del problema: estaba decidida a fundar la primera "Compañía de Abuelos Voluntarios".
Era, en verdad, una excelente solución porque también había muchos abuelos sin nietos y eso era tan triste como nietos sin abuelos.
Pero gracias a la abuelita Rigoberta, la "Compañía de Abuelos Voluntarios" fue un éxito y todos podían conseguir abuelos y nietos adoptivos a gusto.
Y la abuela Rigoberta ya no se preocupó más y se sintió muy feliz.
Y el que quiera un cuento contado por una auténtica abuelita, que llame por teléfono a la "Compañía de Abuelos Voluntarios".