EL CLIMA

jueves, 3 de marzo de 2016

En la caravana siempre se aprende algo



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No todo el sudor que emitimos tiene mal olor, el procedente de las glándulas ecrinas, que abundan especialmente en el tórax, la cara y las palmas de las manos, apenas produce ninguno, porque su composición es principalmente agua y sales minerales.

Las glándulas sudoríparas apocrinas localizadas mayoritariamente en axilas, ingles y pubis emanan un líquido más viscoso, compuesto por agua, lípidos, feromonas y residuos metabólicos. Este fluido tiene un olor corporal ligero que varía en cada persona y aparece a partir de la pubertad, pero es solo cuando toma contacto con las bacterias que se encuentran en la piel cuando su composición desprende un olor desagradable.

Pese a que el olfato es uno de los sentidos que antes se acostumbra a una nueva sensación, este tipo de olor es perfectamente detectable incluso por el sujeto que lo que emite, no disminuyendo la sensación de intensidad con el paso del tiempo.






¿Todos tenemos bacterias en la piel?


El origen de este mal olor están en las bacterias de nuestra piel, la llamada flora bacteriana, y suele manifestarse cuando existe una falta de higiene. Como el medio idóneo para el desarrollo de las bacterias son los lugares húmedos, cálidos y poco iluminados, las axilas, ingles y pies son partes del cuerpo más proclives a desarrollar mal olor. Zonas en las que además las glándulas apocrinas son muy numerosas.

La flora bacteriana varia en función de cada individuo, porque el desarrollo de las bacterias cambia en función de la higiene, cantidad de vello o sudoración. Además otros factores pueden acentuar este olor característico, como ingerir ciertos alimentos, medicamentos, circunstancias específicas, lugares, temperatura exterior, estrés o actividades que provocan una fuerte sudoración, como el ejercicio físico.

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