EL CLIMA

jueves, 10 de diciembre de 2015

Para leer este informe, hay que tener cerebro



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¿Los cerebros de mujeres y hombres son diferentes por naturaleza? Es una discusión eterna, pero quizá aún tengamos el córtex prefrontal algo inmaduro para llegar a una conclusión convincente. Hace una década, Steven Pinker y Elizabeth Spelke, psicólogos cognitivos de prestigio y compañeros en la Universidad de Harvard (EE UU), protagonizaron un largo debate de dos horas sobre la ciencia del género para afrontar posiciones.




Aquel cara a cara era una respuesta sesuda a las desafortunadas declaraciones del su entonces jefe Lawrence H. Summers, presidente entre los años 2001 y 2006 de la segunda mejor universidad del mundo. En uno de sus discursos, este economista estadounidense dijo que, por razones biológicas, los hombres eran mejores en matemáticas y ciencias que las mujeres. ¿Qué hay de cierto en ello?

Entre 2009 y 2010, dos tercios de los estudios de neuroimagen especularon con diferencias sexuales, sin apenas datos 
Según Pinker –él– hay actitudes y motivaciones intrínsecas que nos diferencian desde la primera semana de nacer. Por ejemplo, mientras ellos prefieren la mecánica y la manipulación de objetos, ellas se inclinan por la empatía hacia las personas y sus emociones. En cambio, Spelke –ella– cree que las disparidades entre sexos se deben a la discriminación y motivos sociales.

A finales de 2014, Cordelia Fine, de la Universidad Macquaire de Sídney (Australia) advertía en la revista Science cómo el sexismo sesga la manera en que los investigadores ven el cerebro. A pesar de que hasta ahora los datos han sido muy pobres, la creencia popular defiende que los cerebros de hombres y mujeres son muy distintos. La experta alerta sobre lo que se conoce como ‘neurosexismo’.


Esta semana, la revista PNAS publicó un trabajo con las resonancias magnéticas de 1.400 cerebros humanos, junto con los análisis de personalidad, actitudes, intereses y comportamientos de 5.500 personas más, para observar las diferencias sexuales en el cerebro “más allá de los genitales”.

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No hay diferencias entre las formas de los cerebros de ellos y ellas. / Zohar Berman, Daphna Joel

La neuroimagen únicamente mostró diferencias en función del sexo en diez áreas neuronales. Solo entre un 0% y un 8% de los cerebros contenían todas las estructuras cerebrales consideradas propias de su género en el espectro que dibujaron los investigadores para evaluar la feminidad y masculinidad de los cerebros.

A pesar de estas pequeñas disparidades, el equipo de investigación, liderado por Daphna Joel, de la Universidad de Tel Aviv (Israel), no observó una traducción neuronal clara del género en la materia gris, blanca y la conectividad cerebral. Además, las pequeñas diferencias se debieron más a la interacción con el entorno que al determinismo biológico.

“El gran solapamiento [de los resultados] debilita cualquier tentativa de establecer características específicas masculinas o femeninas en el cerebro humano”, concluye el primer estudio sobre dimorfismo cerebral que ha analizado el cerebro como un todo.

En la década de los noventa algunos estudios aseguraban que la habilidad verbal de las mujeres era más precisa, pero un metaanálisis de la Universidad de Utrecht (Países Bajos) recopiló una veintena de estudios similares sobre lenguaje y no concluyó diferencia alguna entre géneros.

 Lo mismo pasó con el cuerpo calloso, la comisura cerebral que comunica los dos hemisferios. La revista Science publicó, con mucho revuelo mediático, que había diferencias sexuales en esta área del cerebro, pero otra recopilación de 49 estudios lo desmontó por ofrecer una “relación sencilla” que puede crear “una falsa impresión”.

La diferencia es ‘sexy’

Fine confía en las nuevas técnicas de la neurociencia para recopilar mejores datos y evitar “asunciones anticuadas” propias del neurosexismo que la investigadora denuncia, junto con otros colegas. Este toque de atención llega después de que entre 2009 y 2010 dos terceras partes de los estudios de neuroimagen “especularan con el comportamiento de género, a pesar de contar con pocos datos”.

“Hay más diferencias entre los hombres que han sido padres y los que no”, dice Eliot

Los científicos saben que los editores de las revistas científicas “no están interesados en los resultados negativos” y que “las diferencias sexuales son sexis”. A la fórmula mediática se añaden los departamentos de prensa de la universidades, que están “ansiosos” por lanzar estos datos, admite Lise Eliot, autora del libro Cerebro rosa, cerebro azul y profesora de neurociencia en la Escuela Médica de Chicago de la Universidad Rosalind Franklin (EE UU), donde investiga el cerebro infantil y el desarrollo del género.

Eliot ha puesto en tela de juicio muchos estudios que evalúan las diferencias entre sexos aparentemente de forma objetiva. “La diferencia no es tan grande como reforzamos culturalmente”, comenta, y añade que incluso hay más diferencias dentro del mismo sexo, por ejemplo, entre los hombres que han sido padres y los que no.

En este escenario, un estudio que dé lugar a titulares como "Las diferencias de cableado entre los cerebros masculinos y femeninos podría explicar por qué los hombres son mejores leyendo mapas" lo tiene todo para triunfar.

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