EL CLIMA

viernes, 17 de julio de 2015

A VER QUE ES ESTO


https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Judeo-Masonic_Conspiracy.jpg


Conspiración judeo-masónico-comunista-internacional, a veces denominada conspiración judeo-masónico-marxista-internacional, contubernio judeo-masónico-comunista, es el nombre que se le da a una supuesta coalición secreta de la que formarían parte los judíos, la masonería y el comunismo; que pretenderían un fin oscuro (de una u otra forma, el dominio del mundo). El término se construye con la adición de la capacidad revolucionaria del comunismo a la tesis del siglo xix de la conspiración judeomasónica o de la fusión de esa tesis con la del siglo xx del judeo-bolchevismo.




En la época contemporánea, esta supuesta «conspiración» es y ha sido ampliamente utilizada como instrumento político por grupos conservadores, monárquicos, ultracatólicos, reaccionarios y fascistas para desprestigiar, difamar y estigmatizar a la izquierda política y también justificar actuaciones antisemitas o persecuciones políticas.

Desde la Edad Media se puede rastrear la existencia de antisemitismo, vinculado en sociedades sin sistema capitalista desarrollado a un amplio conjunto de prejuicios ideológicos, principalmente al desprecio por las actividades que, independientemente de su función económica, la Iglesia definía como usura (préstamo con interés, pero también el comercio si se obtiene lucro). La única manera socialmente aceptable de ser rico sin sospecha era la renta feudal, accesible solo a los privilegiados, que ciertamente lo eran mucho más que los judíos. En cambio, éstos destacaban en aquéllas, dado que su condición les impedía generalmente el acceso a otro tipo de ocupaciones (aunque algunos de los judíos europeos eran campesinos y realizaban distintos oficios manuales e intelectuales). La manipulación de este prejuicio fue una útil forma de desviar conflictos sociales (el descontento de los no privilegiados en coyunturas críticas) utilizando a los judíos como chivo expiatorio. A ellos se atribuían todo tipo de malas intenciones (originar la peste, secuestrar y matar ritualmente niños y profanar los sacramentos, como en el caso del Santo Niño de La Guardia).

Pero desde la divulgación de los Protocolos de los Sabios de Sion, estas teorías conspirativas se fueron haciendo cada vez más complejas. El hecho de que Carlos Marx naciera en una familia de origen judío, junto a la procedencia judía de destacados líderes comunistas, permitió añadir a la conspiración a los movimientos obreros, participantes de su ideología.
A finales del siglo xix, el Caso Dreyfus suscitó en la Tercera República Francesa la división enconada de la opinión pública y los grupos políticos e intelectuales. Particularmente, grupos reaccionarios monárquicos y ultracatólicos como la Action Française (Acción Francesa) de Charles Maurras y otros (véase Historia de la extrema derecha en Francia) comenzaron a estigmatizar como elementos antifranceses a judíos, izquierdistas y masones, presentándolos en connivencia con potencias extranjeras (en ese caso Alemania). Quedó demostrada la capacidad movilizadora de estas ideas en una sociedad industrial, gracias en buena medida a su amplificación y difusión por los medios de comunicación (en ese momento la prensa, a la que se añadirá el cine y la radio en el primer tercio del siglo xx). Fue inmediata la extensión a otros países europeos de argumentos y técnicas políticas y sociales similares, adaptando el enemigo exterior y los rasgos de la personalidad nacional a defender a las circunstancias locales de cada caso.

En fechas recientes siguen buscándose las relaciones ocultas que pueden considerarse renovaciones de la antigua teoría de la conspiración, aunque no suelen ser con una retahíla de miembros tan completa como la característica del primer franquismo. El antisemitismo ha adquirido un impulso en algunos lugares, como la Rusia postsoviética, donde puede reencontrar su tradicional función de chivo expiatorio (el partido de Vladímir Zhirinovski es anticomunista y antijudío). La generalización del miedo al terrorismo (es el miedo la emoción que manipulada puede conducir al fascismo) tiene en el comienzo del siglo xxi un rostro islámico, pero quizá no es suficiente para algunos. En cuanto a la masonería, no ha dejado de proporcionar tema para literatura histórica más o menos proclive a buscar interpretaciones ocultas.
La novela histórica de Umberto Eco El cementerio de Praga (2010, de aparición simultánea a la del escándalo Wikileaks y que ha sido objeto de alguna polémica), tiene como tema central la gestación de documentos falsificados que van paulatinamente añadiendo los diferentes elementos de la conspiración como respuesta a distintos intereses y en distintos países a lo largo del siglo xix, e inspirándose en diferentes anécdotas biográficas u obras literarias de personajes imaginarios o reales (Augustin Barruel, Maurice Joly, Eugenio Sue, Alejandro Dumas, Sigmund Freud, etc.)

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