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Los Hikikomori son jóvenes japoneses que deciden encerrarse en su habitación o en alguna parte de la casa para permanecer aislados. Se han dado casos en que la familia ha tenido que construir otra cocina porque su hijo se ha aislado en ella. Así, pierden el contacto con las personas del exterior e incluso con su propia familia. Este encierro voluntario, que suele darse paulatinamente, puede llegar a alargarse durante meses o años.
En el trastorno se observan diferentes perfiles: los que salen por las noches pero sin contactar con nadie, los que amenazan con suicidarse o se ponen violentos si se les presiona con salir, y los que solo mantienen el contacto con la familia. Además, los Hikikomori pueden padecer a la vez otros trastornos como la agorafobia (miedo a los espacios abiertos) o la depresión.
Ausiàs Acarín y Vàngelis Villar
¿Qué les empuja a encerrarse?
La presión que ejerce sobre los jóvenes la sociedad nipona es muy fuerte, incluso opresiva. El progreso del país recae sobre sus hombros y por ello se les exige un altísimo rendimiento académico. Muchos jóvenes no pueden soportar esta presión y no encuentran una vía de escape ya que el tiempo dedicado a la tecnología ha ido ganando terreno a las relaciones personales. El fracaso no es admisible, de aquí que un Hikikomori reaccione aislándose socialmente para evitar toda la presión exterior, perdiendo así su identidad como ser social.
Fabel Nard
Es habitual que los Hikikomoris inicien su encierro tras suspender un examen importante o debido a una decepción amorosa. En su habitación, donde se sienten protegidos, los jóvenes disponen de todo lo que necesitan para no tener que salir (televisión, videojuegos,…). Las resignadas familias optan por pasarles comida esperando que se acabe la pesadilla. Muchas veces, incluso, desisten de intentar mantener conversación con los muchachos porque pueden llegar a ponerse muy violentos y temen que sus hijos pongan en peligro su vida.
¿Por qué los padres lo permiten?
En Japón tener un hijo con este trastorno es una vergüenza, lo que provoca que muchas familias lo vivan en silencio y tarden mucho tiempo en proporcionar a su hijo ayuda psicológica. Por desgracia son pocas las familias que acuden a las clínicas especializadas, ya que temen la deshonra que supone hacer público el problema de sus hijos. Además, la educación en Japón corre a cargo de la madre, por lo que los padres suelen desentenderse del problema.
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