EL CLIMA

viernes, 7 de diciembre de 2012

Una tanguera de rambla.


















www.blogsdelagente.com

www.0223.com.ar



Un vendedor ambulante ofrece tiras de caramelos, pastillas de menta y gaseosas frescas. Un pibe de remera celeste baila solo, dibuja círculos sobre los balsodones grises. Algunas señoras aplauden con entusiasmo, y los hombres de la primera fila usan sus dos manos para taparse del sol. En segundo plano, una mujer y tres nenes esperan ser atendidos frente al carrito del pochoclero.

Yo soy con orgullo la que canta en la Rambla, la que tira la manga y le canta al amor. Yo soy la que lucha por alcanzar un sueño, la que armó su teatro frente al mar, junto al sol.

El show está por terminar y con esos últimos versos que ella misma compuso intenta presentarse. Pero no hace falta: los cientos de espectadores que se ubicaron hace una hora y media atrás en las escalinatas de Rivadavia y la costa, mirando hacia el espigón de los pescadores, y, principalmente, aquellos que encontraron lugar preferencial con sus reposeras y sombrillas de lona, ya saben que ella es Liliana Domínguez, la tanguera de la Rambla de Mar del Plata.
**
A esa explanada llegó hace exactamente veintiún años. Venía de la provincia de Catamarca, acompañada de sus hijos Edgardito, Yolanda, Paula, Diego y Javier, y sólo sabía cantar. Recién divorciada y sin trabajo, salió a patear la calle. Frente a la Bristol conoció al folclorista Hugo Artaza, el “Tucumano”. Él fue quien le abrió el telón del que desde entonces es su escenario. Y también quien le aclaró que para vivir de esto, había que perder la vergüenza y animarse a tirar la manga, para que cada uno colabore con lo que pueda o tenga.

- ¿Por qué la Rambla?
- Cuando vos pasás por un lugar, ves cosas que te pueden gustar o no y tenés dos opciones: te quedás o te vas. A mí me pasó eso hace veintiún años, y me quedé porque es el lugar que tenía todo lo que yo buscaba.
En aquel entonces había pocos artistas y el “Tucu” me dio una mano grande. Me prestó su micrófono, sus cosas y me dejó cantar en su espacio. A los quince días, ya me había independizado, porque había entendido que no tenía nada de malo pasar la bolsa al final de la presentación.

- ¿Se puede vivir de esto?
-Sí, y dignamente. El arte callejero le dio de comer y educó a mis hijos. Hice mi vida gracias a la gente que me viene a ver.
Montar un show a metros de la playa Popular implica llevar un minucioso estudio del clima. También se tiene en cuenta en qué horario baja el sol. Desde Semana Santa y hasta los primeros días de diciembre, se canta entre las dos y media y las cinco de la tarde, porque antes o después, el sol no es lo suficientemente fuerte para soportar el aire frío del mar. En enero, febrero y marzo, cuando en ese punto se juntan unas tres mil personas por día, se arranca un poco más tarde. Después vendrán los números de la imitadora de Gladys, la ‘bomba tucumana’ y el del que se esfuerza por parecerse al bailanteroAntonio Ríos. También hay lugar para el “Santiagueño” de los cuentos y “Famitango”. Está todo perfectamente organizado.

Liliana se ocupa de cada detalle. Inclusive, antes de que empiece cada temporada graba un disco con nuevos temas –ya tiene más de veinte, entre cassettes y cd’s-, cambia el grupo electrógeno y el vestuario, porque por más que el público asista de ojotas y malla, esto es un espectáculo de tango.


El hecho de que la gente vaya a verla verano tras verano y le hable a otros de ella, le permitió tener ese reconocimiento que no todos los artistas locales logran. Así, llegó al Teatro Colón de Mar del Platajunto a la Orquesta Municipal de Tango que dirige el maestro Julio Dávila y estuvo en tres oportunidades en el Festival Nacional del Poncho en la provincia de Catamarca. Además, fue parte en el ‘93 del Festival de la Doma y el Folklore en Jesús María y cantó en el Salón Dorado del Senado de la Nación. Y en 2006, el Concejo Deliberante de General Pueyrredon valoró su trayectoria y la declaró “cantante de interés general y cultural”.




No hay comentarios:

Publicar un comentario