EL CLIMA

jueves, 8 de noviembre de 2012

NIÑOS Y BERRINCHES

























Se tira al suelo, patalea, llora y grita sin parar. Las rabietas y los berrinches como respuesta a algún tipo de frustración se dan con mayor o menor frecuencia en los niños entre dos y cuatro años. Esta actitud, que puede hacer perder los nervios a muchos progenitores, más si tiene lugar en un espacio público, debe corregirse lo antes posible para evitar que se convierta en un arma en manos de los niños para lograr todo lo que se proponen.

A qué se deben las rabietas

Las rabietas son uno de los recursos que emplean los niños entre dos y cuatro años para expresar su frustración ante distintas circunstancias, ya sea porque algo no les sale como esperaban por no tener las aptitudes necesarias, porque se les impida hacer lo que quieran, estén cansandos o no se responda a todas sus demandas tal y como requieren.

El berrinche incluye, por lo general, gritos, llantos, pataleos, e incluso, algún que otro golpe. Por ello provoca el consiguiente nerviosismo y alteración de los padres. Si encima se desencadena en un lugar público y el pequeño molesta a otras personas con su actitud, la situación puede llegar a ser bochornosa.

¿Se pueden evitar los berrinches?

Rocío Ramos-Paúl, psicóloga y conductora del programa televisivo "Supernanny", señala que estas situaciones no son algo fuera de lo normal: "Se tienen que dar, puesto que los niños hacen estas cosas porque no saben contar qué les pasa". Por eso, la psicóloga apunta que la labor de los padres es "guiar su comportamiento y enseñar al niño que esa no es la forma adecuada de expresar su enfado, cansancio o malestar".

El objetivo debe ser que el niño comprenda que ni con llantos ni con pataleos se consiguen las cosas. De este modo, la principal premisa que deben atender los padres es no ceder, es decir, no claudicar y darle lo que pide para demostrarle así que su estrategia no funciona y que la próxima vez que la utilice ocurrirá lo mismo.

Estrategias para minimizar las rabietas

Ignorar: la ignorancia puede dar buenos resultados ante una rabieta, puesto que el niño sabe que si no tiene público que le observe, su efecto es nulo. Si el berrinche tiene lugar en el hogar, bastará con salir de la habitación donde esté el niño, no sin antes decirle que esa actitud es inadecuada y que volveremos cuando la finalice. Si está en un espacio público, se puede dar la espalda al pequeño para que se dé cuenta de que no consigue nada con la rabieta o moverle a otro lugar, en el caso de que moleste de forma significativa a las personas que le rodean.

El poder de las palabras: razonar con un niño en medio de una rabieta es una misión imposible; es muy probable que no escuche nada de lo que le digan. Sin embargo, una vez que termine el berrinche, se debe hablar con el pequeño sobre lo ocurrido y enseñarle que las cosas se pueden solucionar por caminos diferentes al pataleo. Si la próxima vez el niño opta por el diálogo en vez de por la rabieta, es fundamental felicitarle por ello.

Evitar situaciones peligrosas: los niños que abusan de las rabietas tienden a intensificarlas en determinadas situaciones, como cuando están cansados o tienen hambre. Los padres conocedores de esta circunstancia pueden evitarlas si al detectar estos síntomas en sus hijos les acuestan y les dejan descansar un rato o les dan de comer a la hora adecuada.

Más vale prevenir: el conocimiento de las reacciones de sus hijos puede ayudar a los padres a prevenir las situaciones de rabietas. Si ya saben que ante una orden o negativa determinada el niño responderá con un berrinche, es aconsejable anticiparse e intentar razonar con ellos antes. Si acudirán a una tienda donde hay golosinas y saben que el niño pataleará si no se le compra todo lo que pide, antes de entrar, se puede "negociar" con el pequeño que tan solo se le comprará una golosina y que, en caso de rabieta, no obtendrá ninguna.

Cuatro consejos imprescindibles
Ante una rabieta, ambos progenitores deben responder por igual. Si uno cede, las estrategias no resultarán efectivas.
Es preciso mantener la calma y no enfadarse y gritar. De ese modo, solo conseguimos que el niño vea que los padres emulan su actitud.
Disculparse con las personas a quienes el niño molesta con su rabieta y hacer todo lo posible para que estas molestias se minimicen.
Reforzar las actitudes positivas y premiar con gestos de cariño y reconocimiento cuando el niño evite por sí solo las rabietas y actúe de forma adecuada ante una frustración.

No hay comentarios:

Publicar un comentario