Amado lector, estamos corriditos de tiempo, si estas ahi con toda la
vibra, con esa adrenalina fantastica que solo puede brindarte el
cariño reciproco y la satisfaccion de saber que has hecho lo correcto
y lo bueno, y que asi, de esa manera has beneficiado a muchas almas,
pues es momento del descanso, de la palabra buena que revitaliza el
alma, y porque no, despierta los sentidos mas necesarios, y abre los
ojos, permitiendo crecer en fe, y aventurarnos cada vez mas, en este
asunto de vivir una vida mejor.
El domingo estamos con mas caravana, y recorda, se crece en fe, cuando
se oye, cuando se lee predica conveniente, y cuando se acciona en
aspectos positivos, pensando en construir, en edificar, en ampliar,
y en todas aquellas cosas prosperas de las que se pueda desear.
besooos LC.
ACLARACION DEL EDITOR
LAURO TREVISAN ES UN SACERDOTE PALOTINO, DE LAS
IGLESIAS DE BRASIL, y ademas, ha escrito innumerables libros
de motivacion y autoayuda.
Lauro Trevisán Del Libro
“USTED TIENE EL PODER DE
ALCANZAR LAS RIQUEZAS”
“La bendición del Señor da la riqueza y no hace que la siga el sufrimiento.”(Biblia.)
LA RIQUEZA ES TODO EL BIEN MATERIAL.
Inclusive los que combaten la riqueza no pueden vivir sin ella.
El pan, el arroz, el poroto, los remedios, el abrigo, que mantienen vivas a las personas, son bienes materiales.
Conocía a una persona, muy buena, imbuida de sentimientos muy puros, que gastaba fortunas para predicar la pobreza.
Para hacer que su mensaje llegara hasta sus oyentes, gastaba grandes sumas –de su dinero o de los que lo tenían- para costear el avión, para alimentarse, para comprar libros sobre el tema o imprimirlos, para vestirse, para pagar el audio empleado en las conferencias, y demás.
No existe, por lo tanto, ninguna persona en el mundo, ni siquiera el ermitaño recluido en el fondo de una caverna, que pueda vivir sin riqueza, o sea, sin bienes materiales.
Según el diccionario Aurelio Buarque de Holanda, riqueza es todo lo que puede satisfacer las necesidades humanas: bienes o servicios.
En las Jornadas que realizo por el mundo reservo una sesión para enseñar a las personas a obtener la riqueza que quieren para realizarse plenamente en la vida. Sin embargo, hay (por supuesto que excepcionalmente) personas que salen del auditorio heridas en su sensibilidad humana y cristiana, creyendo, posiblemente, que yo estoy diciendo alguna herejía o hablando de algo inconveniente o indigno. En realidad, sólo hay confusión y contradicción en la mente de esas personas. Muchas veces, hasta puede ocurrir que alguien defiende intelectualmente la pobreza y, en su vida práctica, pelea con sus padres porque no le dan dinero, exige una campera nueva de jean, hace huelga contra los patrones por un aumento de sueldo, sale a la calle para protestar contra el plan económico del gobierno, insulta a los países ricos por creer que están expoliando las riquezas de los países pobre.
Confusión mental. Si realmente defendiese la pobreza, cuanto menos ganara más contento estaría; y cuanto más pobres fuesen su sociedad y su país, más de acuerdo estarían con sus convicciones.
¿LA RIQUEZA ES UN BIEN O UN MAL?
Cuando hablo de la riqueza dedico algunos minutos a disipar las confusiones, los prejuicios y las objeciones que se hacen en torno de ella.
A veces se tiene la impresión de que todas las personas desean la riqueza, pero muchas creen que no deben aspirar a ella, como si fuese un mal.
Un día, un hombre me dijo que quería progresar más en la vida, no para ser rico, sino porque deseaba dar confort a su familia e, inclusive, poder ayudar más a los necesitados.
En sus palabras se sentía que tenía vergüenza de decir que quería enriquecerse. En el fondo, estaba imbuido de la creencia de que la riqueza era un mal.
La riqueza es el bien material; el bien material es el mundo exterior. Pero el bien y el mal no residen en el mundo exterior, sino que son creaciones del mundo interior de la persona.
Nadie es bueno o mal de acuerdo con la cantidad de bienes materiales que posee. Es bueno o malo según sus pensamientos, sentimientos y acciones.
Si usted tiene un automóvil posee un bien material. Si usa ese auto para arremeter contra una persona, ha cometido un mal en su mente y, por lo tanto, usted será castigado y no su auto. Si, por una fatalidad, su auto choca a una persona, ni usted ni su auto serán castigados porque no existió el mal en su mente.
Por otra parte, si la riqueza fuese un mal, Dios sería el mayor de los malos, pues es el creador y el dueño de las riquezas del universo.
Le daré un ejemplo más: usted conoce a muchas personas ricas que son maravillosas y buenas; también conoce a muchas personas pobres que también son maravillosas y buenas. Conoce a personas buenas que tienen cien mil pesos en el bolsillo y conoce a personas malas que tienen cien mil pesos en el bolsillo; conoce a personas buenas que sólo tienen un peso en el bolsillo y conoce a personas malas que sólo tienen peso en el bolsillo. De esto, usted puede deducir que no es la cantidad de bienes materiales lo que hace a una persona buena o mala y sí su mente.
Usted es lo que es su mente.
Si la riqueza fuese un mal y la pobreza fuese un bien, los marginados serían los santos de nuestra era. Sin embargo, existen marginados santos y marginados bandidos. Así como existen ricos santos y ricos malos.
Shakespeare ya lo decía: “El bien y el mal no existen; es el pensamiento el que los crea”.
Buda aclara: “El mal es realizado únicamente por el yo, nace del yo, es traído a la existencia por el yo”. (Pensamiento vivo de Buda.)
¿La iglesia esta en contra de la riqueza?
Si la riqueza es un bien, jamás la Iglesia estará en contra de la riqueza. Es una verdad tal, que la Iglesia se viene dedicando, con gran empeño, para eliminar la pobreza, el hambre, el desamparo social de las clases menos favorecidas.
La decisión de optar por los pobres no significa estar a su lado para mostrarles que ésa es la condición legítima del ser humano, sino ayudarlos a salir de esa situación. Y usted ve a la Iglesia asumiendo, a través de algunos de sus organismos, la causa de los pobres, de los marginados, de los que no tienen tierra, de los que pasan hambre, para liberarlos de esas dificultades y ayudarlos a alcanzar una vida económica más confortable, o sea, más rica.
Por una cuestión de coherencia y legitimidad, si la Iglesia estuviese en contra de la riqueza, tendría que deshacerse de todos sus bienes, o sea, de sus templos, de sus casas parroquiales, de sus colegios, de sus tierras, de sus automóviles, de sus museos, de sus obras de arte, del producto de sus servicios. Sería, en este caso, la Iglesia clavada en el llano, sin condiciones siquiera de encender una vela en el altar. Para cumplir su misión, tendría que vivir de limosnas. Pero la limosna sólo podría ser dada por quien tuviese riquezas que sobrepasaran sus necesidades absolutas. Sería otra incoherencia. Estaría recibiendo exactamente lo que estaría condenando.
Cierta vez, un hombre rico y bueno, muy preocupado por seguir el camino del Bien, fue a pedir consejo a un maestro.
Y le dijo:
- Maestro, sácame de dudas. ¿Por qué tú hablas de la riqueza y hay tantos predicadores que pregonan la pobreza?
- Si lo piensas bien – respondió el maestro – verás que ellos pregonan la pobreza para los otros.
Este es un riesgo que corren los que, a causa de un razonamiento confuso, entienden que el estado deseado por Dios es el estado de pobreza material.
Un día, cierto religioso quiso saber cómo conciliaba yo la teoría de que la riqueza es un bien cuando el estado de pobreza física era considerado como el estado de perfección religiosa.
Le respondí diciendo que la perfección es un estado interior del ser humano y no tiene nada que ver con la pobreza o riqueza material. Si la pobreza física fuese el estado de perfección religiosa, en este caso los marginados, los que no tienen tierra, los hambrientos, serían perfectos y, por otra parte, no podría existir perfeccion en los que viviesen en casas de material, en grandes colegios, en el Vaticano y en los que predicasen el servicio divino en suntuosas iglesias. La santidad y la perfección son dones interiores cultivados en la mente y en el corazón del ser humano. Siendo así, pues, poco o nada importa, desde este punto de vista, si la persona vive debajo de un puente o en un palacio.
Es suficiente con que usted recorra las páginas de la Biblia y encontrará grandes hombres, grandes santos que eran ricos.
Vea el caso de Abraham, el hombre justo, el santo, el precursor de Jesús. En el capítulo trece del Génesis, versículo dos, consta: “Abraham era muy rico en rebaños, en plata y en oro”. Y continúa diciendo la Biblia: “Lot, que acompañaba a Abraham, también tenía ovejas, y bueyes, y tiendas”. Isaac, hijo de Abraham, también era muy rico.
Vea lo que dice el libro sagrado: “Isaac sembró en aquella tierra y, en aquel año, recogió cien veces más. Jehová lo bendijo y el hombre se enriqueció, se enriqueció cada vez más, hasta volverse sumamente rico. El tenía rebaños de bueyes y ovejas y numerosos siervos”. (Gn. 26, 12,14)
Jacob adquirió propiedades. José, hijo de Jacob, era riquísimo.
Dice la Biblia que Moisés distribuyó grandes territorios a la tribu de los hijos de Rubén, a la tribu de Gad, a media tribu de Manases, a Caleb, a la tribu de los hijos de Judá y otros. David, del cual desciende Jesús, fue profeta y rey de Judá. Salomón, hijo de David, gran rey, gran sabio, autor del libro de la Sabiduría, era poseedor de inmensas riquezas. Job era muy rico, perdió todo, pero al final de su vida, “poseía catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas. Tuvo siete hijos y tres hijas: la primera se llamaba Rola, la segunda Cassia y la tercera Azeviche. No había en todo el país mujeres más bellas que las hijas de Job. Su padre les repartió herencias como a sus hermanos”. (Job 42, 12-17.)
Si usted recorre la lista de los santos de la Iglesia Católica encontrará muchos santos que eran ricos y también muchos otros que eran pobres. Esto quiere decir que cada uno elige el modo de vida que mejor lo ayuda a alcanzar sus ideales.
Resta, por tanto, concluir correctamente que la pobreza no es ningún síntoma de santidad, sino solamente un modo de vida como cualquier otro.
¿DIOS SE COMPLACE CON EL SACRIFICIO,
EL HAMBRE Y LAS PRIVACIONES?
Sería un absurdo incalificable creer que Dios, después de crear un mundo de tanta abundancia, de tanta exuberancia, de tanta riqueza, de tanta grandeza, fuese a crear seres de su propia especie, hechos a su imagen y semejanza, para que vivieran en las privaciones, en el sufrimiento y en el hambre.
¿Para quién imagina usted que Dios creó ese inmenso universo de tanta riqueza material?
¿Para El mismo?
No. Si fuese para El, no sería necesario materializar la riqueza, pues Dios es espíritu y todo lo que El crea en Su mente ya es Su realidad.
¿Para quién, entonces, creó Dios este mundo material tan fantástico?
Para usted.
Es lo que dice la Biblia, al comienzo del Génesis: Dios creó el cielo, la tierra, las aguas, la luz, el firmamento, el verdor, las hierbas, las plantas, los frutos, las estrellas, el sol, los peces, las aves, los animales y todo lo que existe.
Y la Biblia continúa de esta manera: “Dijo también Dios: hagamos al hombre a Nuestra imagen y semejanza, y que presida a los peces del mar, a las aves del cielo, a los animales y a todos los reptiles que se mueven sobre la tierra, y domine en toda la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen: lo hizo a imagen de Dios y los creó macho y hembra”. (Gn. 1, 26-27.)
A través de este texto, transcripto literalmente, de la Sagrada Escritura, usted percibe que fue creado por Dios para presidir la obra de la creación y dominar en toda la tierra.
¡Qué maravillosa grandeza!
Nunca más se sienta un ínfimo grano de arena.
Como hijo de Dios que es, la tierra le pertenece por legítima herencia. Por ello, el libro sagrado dice que usted es el rey de la creación.
Asuma su grandeza. Levante la cabeza. El mundo es suyo. Basta de pasar hambre y de juzgarse el último de los mortales.
Usted es hijo de Dios, heredero del universo.
A DIOS LE AGRADA QUE USTED VIVA EN LA ABUNDANCIA
Dice la Biblia: “La bendición del Señor da la riqueza y no la hace seguir del sufrimiento”. (Prov. 10, 22)
Si la bendición del Señor da la riqueza es porque ésta es una cosa buena. Jamás alguien podrá suponer que la bendición divina puede propiciar algo malo.
En realidad, el don del hijo de Dios es vivir en la abundancia, usufructuando las maravillas de la creación. Es deseo de Dios que Sus hijos tengan una vida a la altura de su grandeza. “Vine para que tengáis vida y la tengáis en abundancia”, dijo Jesús.
Miseria, hambre, privaciones, no forman parte del mundo de Dios.
Como Dios es la fuente de todo, el donador de todo, Jesús enseñó que el Padre siempre da el pan de cada día a todos los que se lo pidieren: “El pan nuestro de cada día dánoslo hoy”.
Jesús nunca enseñó que debemos soportar privaciones, porque ellas forman parte de nuestra vida, sino que insistió en que debemos pedir el pan y todo lo que deseemos; y el Padre, que siempre nos atiende, nos lo dará.
El nombre de Dios y la Presencia Divina están siempre cubiertos por la abundancia y la prosperidad. El libro del Eclesiastés, que forma parte de la Biblia, habla así de Dios: “El aumentó la gloria de Aarón, le dio patrimonio, le destinó las ofrendas de las primicias, en primer lugar, pan en abundancia”. (Ec. 45, 20-21.)
Ya el apóstol Pablo, en su carta a Timoteo, escribió así: “Dios, el cual nos da abundamente todas las cosas para nuestro uso”. (Tim. 17.)
Nunca más imagine un Dios miserable, avaro, insensible, sino que crea que Dios, que creó las maravillas del universo, las creó para que usted las pueda disfrutar a voluntad. Sumerja su mente en la exuberancia y prodigalidad de la vida y verá que sus días serán de cosechas abundantes.
JESÚS ENSEÑO EL CAMINO DE LA RIQUEZA
El Maestro Jesús, que se dijo “el camino, la verdad y la vida” y, por eso, es seguido por millones y millones de personas, lejos de sumergir a Sus fieles en un mundo de sufrimientos, de miserias y de privaciones, enseño reiteradas veces que existe una fuente Infinita de todo, donde cada persona puede abastecerse.
- ¿Dónde está la fuente? – preguntará usted de inmediato.
Vamos a buscar la respuesta en el propio Maestro
Antes que nada, es necesario que quede bien claro en su mente que Jesún nunca mandó a nadie que se conformara con su miseria, ni les dio la razón a aquellos que lucharon desesperadamente sin conseguir nada, como si esto fuese la voluntad del Padre Celestial.
El localizó la fuente de todas las riquezas materiales donde nadie lo imaginaba. Entonces, Sus palabras, aunque revelasen una sabiduría trascendental, no fueron tomadas en serio por mucha gente que siguió luchando, peleando, rebelándose, acusando y clamando contra las injusticias del mundo y de Dios.
- Pero, ¿dónde está esa fuente? – vuelve a indagar usted con impaciencia.
Esta fuente está dentro de usted, en su mente, en su secreto, en su subconsciente. Increíble, pero verdadero. Por eso, dijo el Maestro:
-¿Por qué os inquietáis por no tener pan? ¿Aún no acertáis ni comprendéis? ¿Aún está tan ciego vuestro corazón? ¿Tenéis ojos y no veis? ¿Tenéis oídos y no oís? ¿Ya no recordáis cuando partí los cinco panes para los cinco mil?
¿Cuántos cestos llevasteis llenos de pedazos?
- Doce
- Y cuando partí los siete panes para los cuatro mil, ¿cuántos cestos llevasteis llenos de pedazos?
- Siete.
- ¿Cómo es que aún no entendéis? (Mc. 8, 14-21.)
en esta conversación con los discípulos, Jesús pedía que ellos se cuidasen del fermento de los fariseos, es decir, de la acción nefasta de los fariseos junto al pueblo. Pero los discípulos estaban pensando en el pan. Jesús los reprendió por preocuparse por el pan, porque éste nunca faltaría. El Padre celestial siempre daría el pan de cada día. Con ese diálogo quiso decir a los discípulos que era inadmisible que aún se preocuparan por la alimentación, cuando acababan de presenciar el gran milagro de la multiplicación de los panes.
Comida jamás faltaría.
¿Por qué nunca faltaría?
Porque en el interior de todo ser humano existe un Poder Infinito, que siempre atiende los pedidos de cada uno.
El Padre Celestial, que habita el interior de cada persona – como enseñó el Maestro – es la fuente infinita, inagotable de todo. Y Jesús insistió repetidas veces en que el Padre siempre atiende el pedido. Jamás el Dios que habita el interior de toda persona daría una piedra a quien pidiese pan o daría privaciones a quien desease bienestar.
Vea lo que El explicó, en otra ocasión: “¿Habrá, entre vosotros, quien dé a su hijo una piedra, cuando le pida pan, o quien le dé una serpiente cuando le pida pescado? Si, pues, vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más vuestro Padre, que está en los Cielos, dará cosas buenas a aquellos que las pidieren”. (Mt. 7, 7-12.)
He ahí una de las lecciones más sabias del Maestro.
¿Usted logró entender o también está ciego su corazón?
Jesús quiso revelar una maravillosa verdad, según la cual el Padre habita el interior de toda persona y siempre atiende cualquier pedido de cada uno. Si una persona pide pan, dinero, una casa, ropa, un auto, una heladera, es imposible pensar que Dios pueda responder dándole una piedra, una serpiente, un escorpión, miseria, sufrimiento o privaciones.
Si usted pidiera a su padre, ahora mismo, una botella de vino, él no le daría una botella de veneno. Porque su padre lo ama y sólo quiere su bien. Puede que no le dé nada porque no tiene nada, pero nunca querrá darle sufrimientos, desamparo, hambre, desolación.
Pero – razona el Maestro -, si un padre que tiene la mente muy limitada y, por lo tanto, sujeta a engaños, a prejuicios y a maldades, sabe dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre Celestial. Sí, porque el Padre Celestial, además de padre que siempre quiere el bien de sus hijos, es la Sabiduría Infinita que no se puede engañar, es el Amor Total que no puede enfriarse, es el Poder Infinito que nunca se ve impedido de dar todo lo quiere dar.
Como ya lo dije, y vuelvo a subrayar: el Padre, que es la fuente de todo, que da todo, que es siempre la respuesta exacta al pedido, está dentro de usted. Dentro de usted y no en algún lugar desconocido.
También esta verdad fue enseñada claramente por el Maestro: “Tú, sin embargo, cuando ores, entra en tu aposento, cierra la puerta y ora a tu Padre e secreto; tu Padre, que ve lo que está oculto, te ha de recompensar”. (Mt. 6,5-8.)
Jesús está diciendo que cuando usted quiera orar, debe entrar en su interior, cerrarse dentro de sí mismo, y así entrar en contacto con el Padre, que habita su interior.
Orar es entrar en contacto inmediato con el Padre, que está en el secreto de todo ser humano. Por lo tanto, dios está dentro de usted, escucha su pedido y siempre concede lo que se le pide.
Eso fue lo que enseño Jesús: el Padre siempre atiende,.
Voy a citarle algunas afirmaciones del Maestro, que demuestran claramente la veracidad de lo que estoy diciendo.
Así habló Jesús: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; golpead y se os abrirá. Pues todo aquel que pide recibe; quien busca encuentra; y a quien golpea se le abrirá”.
(Mt. 7, 7-12.)
¿Usted se dio cuenta del lenguaje simple y directo del Maestro? Sin rodeos ni complicaciones, enseñó El: “Pedid y se os dará… porque todo aquel que pide recibe”.
- Pero, para recibir, ¿qué es lo que se debe pedir?
- No hay nada determinado. Usted puede pedir todo lo que quiere. Puede pedir la paz, el amor, la alegría, la salud, la felicidad, el matrimonio, una casa, un coche, un empleo, dinero, una heladera; en fin, a usted le corresponde determinar lo que desea para usted mismo.
“Pedid y recibiréis… porque todo aquel que pide recibe”.
¿Qué recibe?
Lógicamente, recibe aquello que pidió.
Dijo Jesús: “¿Cuál es el padre que habiéndole el hijo pedido pan, le dará una piedra?”
Si ningún padre terrenal hace eso, mucho menos lo hará el Padre Celestial.
Pasemos a nuestra situación: ¿Cómo puede imaginarse que si usted le ha pedido aDios pan, una casa, ropa, le dará hambre, falta de abrigo, miseria y sufrimientos?
La gran pregunta y la gran duda es saber si el Padre siempre da exactamente lo que se Le ha pedido.
Si la persona plantea correctamente las premisas de la Ley de la fe, el resultado determinado por ellas vendrá siempre. Es la Ley. Por lo tanto, la fe, siendo fe, es siempre infalible.
Vea lo que dijo el Maestro: “Todo cuanto pidiereis en Mi nombre, Yo lo haré para que el Padre sea glorificado. Si Me pidiereis en Mi nombre Yo lo haré”. (Jn. 4, 13-14.)
¿Acaso puede inferirse de esa afirmación que, si usted pide algo, Jesús hará una cosa diferente?
¿Puede deducirse que si usted pide una casa Jesús le dará paz de espíritu?
Nada de eso. Si usted quiere paz de espíritu, pida paz de espíritu. La oración produce la realidad del contenido de la oración.
No todos los teólogos, sin embargo, están de acuerdo con esa postura. Don Estevao Bitencourt se dedicó a analizar en su revista dos libros míos. En sus comentarios sobre la infalibilidad de la fe, no concuerda con mi posición. Yo digo que la fe es siempre infalible. Cuando no se recibe, no es porque dios se negó a atender, sino simplemente porque la persona no pidió correctamente. Por lo tanto, quien falló no fue Dios, sino el que pidió. Este no planteó correctamente las premisas para que la Ley de la fe se expresase. La fe, siendo fe, siempre conduce a las obras. Todo pedido encierra ya en sí mismo el recibir.
“Porque todo aquel que pide recibe.” (Mt. 7, 7-12)
Si el pedido no fue atendido, esto sucede simplemente porque la persona no cree en el recibimiento, es decir, su mente está llena de dudas, de miedos, de incertidumbre, de negativismo, de incredulidad. Como el pensamiento produce la realidad de su contenido, lo que esa persona recibirá es el resultado de sus dudas, de su descreimiento, de sus miedos, y no el resultado de su pedido.
En apoyo de esa tesis, el Maestro citó: “Cree firmemente que recibiréis todo cuanto pidiereis en la oración, y os será dado”. (Mc. 11, 20-26)
Primera verificación: Crea firmemente que recibirá y le será dado.
Esto significa literalmente que toda oración en la que se cree es infalible.
Segunda verificación: Lo que pide en oración le será dado.
¿Está claro o no está claro?
El eminente teólogo Estevao Bitencourt, sin embargo, critica mi postura, señalando lo siguiente: “Sin duda, no hay oración inútil o falta de atención por parte de Dios. Ahora bien, la mirada de Dios no siempre coincide con la mirada del hombre. Este puede juzgar que un determinado objeto le es conveniente, cuando en realidad no lo es; por ello, cuando el objeto de nuestras oraciones no corresponde al plan de Dios y a nuestro verdadero bien, la Providencia Divina nos concede algo equivalente o mejor, pero no atiende al pie de la letra nuestro pedido. Se disipa así cualquier concepción mecanicista de la oración. Nadie puede obligar a Dios…”. (Pregunte y responderemos, N° 263.)
Es claro que la opinión de don Estevao es respetable, pues su sabiduría teológica y su profundidad ascética me merecen el mayor respeto. Como, sin embargo, él no es el único que estudia las enseñanzas del Maestro Jesús – ni de lejos desea serlo -, existen teólogos que no plantean de la misma manera esos aspectos de la religión. A lo largo de siglos de cristianismo surgieron obras que presentan una visión diferente. Por otra parte, de esa riqueza de obras resulta la iluminación de la doctrina cristiana.
Con respecto a las observaciones antes mencionadas, entiendo que toda oración hecha sin fe es inútil, porque no es atendida.
El Maestro plantea la fe como una condición esencial para que la oración sea atendida.
La Fe, según el Maestro, es “creer firmemente en la realización de su palabra”. Esta es la fe que mueve montañas y realiza milagros. Esta es la fe que significa la fuerza todopoderosa que cura enfermedades y hace posible lo imposible.
El apóstol Pablo, que fue uno de los primeros seguidores del Maestro, también la definió así: “La fe consiste en la confianza firme de aquello que se espera y en la convicción de aquello que no se ve”. (Hebreos, 11, 1.) Cuando existe esa fe, toda oración es infalible.
La fe, por lo tanto, es una fuerza interior todopoderosa:
“En lo que respecta a poder – dijo Jesús -, quien tiene fe todo lo puede”. (Mc.9,22.)
Por otra parte, contrariamente a lo que escribió don Estevao; Jesús nunca dijo que cuando la oración no coincide con los plantes de Dios no es atendida o es cambiada por otra cosa mejor. El Maestro enseñó siempre que recibiremos lo que pedimos. El apóstol Juan se refirió a esta verdad con una claridad meridiana: “Sabiendo que atiende nuestro pedido, sabemos también que recibiremos lo que pedimos”. (Jn. 5, 5.) Que recibiremos lo que pedimos. Sea lo que fuere.
Recibiremos lo que pedimos. A nosotros nos corresponde pedir aquello que nos hace bien.
También creo que podría decirse que la posición del teólogo carioca crea una dificultad muy grande: si es Dios quien hace y deshace con mis oraciones, respondiéndolas de la manera que quiere, esto significa que yo no soy el autor de mi vida, sino Dios, y, en este caso, mis realizaciones no tendrían valor ni mérito. Y algo más: si no fuese una exageración, podría decirse que, si Dios atiende como quiere, seríamos autómatas de Dios.
Concluyo entonces esta breve digresión teológica insistiendo en que Dios da lo que le fue pedido. Jesús nunca planteó ningún condicionamiento como, por ejemplo, “pedid y, conforme, dependiendo de lo que estáis pidiendo, lo alcanzaréis… pedid y, si fuere para vuestro bien, lo alcanzaréis… pedid y, si fuere para vuestro bien, lo alcanzaréis… pedid y, si fuere la voluntad del Padre, lo alcanzaréis…”.
No. La Ley es ésta: Pida y recibirá lo que pidió.
Y no existe límite para el pedido: “Todo cuanto suplicareis y pidiereis, creed que lo recibisteis, y así será para vosotros”. (Mc. 11, 24.) Jesús es directo, claro, definitivo. No se trata de una oración mecánica. Esto no tiene fundamento.
Tampoco se trata de obligar a Dios ni de concluir que el hombre es superior a Dios, hasta el punto de obligarlo a que lo atienda. Se trata de la realización de una Ley divina. Dios rige el universo y al ser humano a través de leyes. Toda persona que plantea correctamente las premisas de las Leyes universales, obtiene el resultado. Fue así como Dios dispuso el mundo. Nadie está obligando a Dios a nada y nadie se está colocando por encima de Dios. Si Dios quiso dirigir al mundo de esta manera, está bien.
Cuando usted bebe agua no dice que Dios se ve obligado a matar su sed. Nada de eso. Es la Ley. Cuando usted pone agua al fuego y asegura que el fuego calentará el agua, sería una idiotez creer que usted es más que Dios porque lo obliga a que caliente el agua. Se trata simplemente de una Ley creada por Dios y que los hombres utilizan en beneficio propio.
Querer, también, llegar a la conclusión de que mis planteos son panteístas es un absurdo del tamaño del Pan de Azúcar. Plantear mis ideas como originadas en la Trilogía Analítica es otro absurdo, tan grande como decir que el uso del pensamiento positivo puede tener repercusiones dañinas para la salud psíquica y física. Todo árbol bueno puede producir solamente frutos buenos. Los pensamientos positivos y saludables sólo pueden producir frutos positivos y saludables.
LA LEY DE LA FE TAMBIEN VALE
PARA OBTENER LA RIQUEZA
Si el Maestro dijo: “Todo cuanto suplicareis y pidiereis, creed que lo recibisteis, y así será para vosotros”, y si Jesús dijo: “Todo lo que pidiereis al Padre, en estado de oración, creyendo, lo alcanzaréis”, es lógico que esto valga también para la riqueza material.
Todo cuanto suplicareis y pidiereis: pan, tierra, un tractor, semilla, alegría, felicidad, salud, bondad, paciencia, amor, matrimonio, una casa, y así sucesivamente. Y dijo Jesús: “Todo lo que pidiereis… alcanzaréis”.
Tomo el diccionario y verifico el significado de la palabra todo: “la totalidad o universalidad de lo que existe” (Aurelio Buarque). Completo lo que dice el diccionario agregando: la totalidad o universalidad de lo que existe y de lo que puede existir en el mundo material y mental.
Dentro de la totalidad o universalidad delo que existe o puede existir, usted incluye el salario, el empleo, una renta mensual, una casa, un departamento, un terreno, un camión, un tractor, un televisor en colores, un vestido nuevo, zapatos, botas, un viaje, pan, arroz, porotos, leche, lechuga, frutas, libros, cortinas, alfombras, una guitarra, una gaita, vino, cerveza, una cama, una colcha, y todo aquello que usted desee.
“Todo cuanto suplicareis y pidiereis, creed que lo recibisteis, y así será para vosotros.” (Mc. 11, 24.)
La elección es suya.
No hay ningún desmerecimiento en afirmar que dentro de la Ley todopoderosa de la fe se incluyen también los bienes materiales. Por el contrario, de esa manera se destacan su valor y su grandeza.
El hombre es un ser mental-espiritual-corporal-material y la realización plena reside en la satisfacción de todas esas dimensiones
Jesús predicaba la realización plena de ese ser total. Enseñaba que en el interior de la persona existía la dimensión divina, o sea, la presencia del Padre. El Padre es el Poder Infinito existente en la esencia de la criatura.
El apóstol Juan comienza su tercera carta d esta manera: “Queridisimo, yo pido a Dios en mis oraciones que te dé prosperidad en todo y que te conserve la salud, así como tu alma se encuentra en buen estado”. (3 Jn. 2.)
En una única frase, el apóstol le pide a Dios para que el receptor de la carta se realice en todas las dimensiones, es decir, en la prosperidad material, en la salud y en el espíritu.
En la caminata de prédica de un nuevo mundo, Jesús no olvidó ninguna dimensión del ser humano.
En la parte espiritual, colocó a la criatura humana en comunión con el Padre Celestial; en la parte de la salud, sanó a los enfermos del cuerpo y de la mente y enseñó a las personas a curar sus enfermedades; en la parte material, mandó que cada uno pidiese el pan de cada día y recomendó que nadie más se preocupase por lo que habría de comer y de vestir, porque el Padre Celestial dará a cada uno todo lo que cada uno necesita. Cuando las multitudes, que acompañaban al Maestro, estaban hambrientas, El no pidió que sufriesen por amor al Padre, sino que realizó el milagro de la multiplicación de los panes. Y la comida fue distribuida abundantemente, de tal modo que todos comieron, quedaron satisfechos y aun sobraron muchas canastas llenas de restos.
En ocasión de la fiesta de casamiento en Canaán, al faltar el vino, Jesús transformó el agua en vino de primera calidad y todos comieron y bebieron cuanto quisieron.
Sería ridículo pensar que Jesús haya pasado hambre y privaciones, cuando El sabía que la fuente de todo estaba en Su interior.
JESÚS SIEMPRE TUVO TODO LO QUE NECESITABA.
Uno de los motivos que hacen que mucha gente tenga miedo de la riqueza material es que piensan que Jesús era obre, que sufría privaciones y enseñó que Sus seguidores también tendrían que ser así.
Jesús no era pobre, porque sabía que en Su interior habitaba el Padre, que todo se lo daba.
¿Cómo imaginar que el Maestro haya pasado hambre y privaciones, cuando El sabía perfectamente que la fuente de todo estaba dentro de Sí mismo?
“Pedid y recibiréis… porque todo aquel que pide recibe.”
Jesús tenía todo lo que quería y necesitaba. Su poder no chocaba con las limitaciones, con los imprevistos, con la oposición, con la maldad de los otros, ni con dificultades de ninguna especie.
“La tesis según la cual Cristo vivió con los apóstoles en absoluta pobreza y sin poseer nada fue condenada por el papa Juan XXII, porque tal afirmación llevaba en sí misma la consecuencia de que todo cristiano tendría que ser pobre por causa del ejemplo de Cristo.” (REB, septiembre de 1983.). Si la pobreza física fuese una ley divina para todos los vivientes, sin duda alguna la humanidad ya no existiría, porque todos hubiésemos muerto de hambre. No es con la azada, la pala y el arado tirado por bueyes como cinco mil millones de seres humanos matarían su hambre, sino a través de grandes empresas, con el uso de maquinarias cada vez más sofisticadas. Sólo los ricos pueden disponer de las condiciones capaces de fabricar maquinaria y de plantar grandes áreas.
Clemente de Alejandría, uno de los maestros de la Iglesia antigua, dijo: “No es ninguna virtud envidiable o grandiosa vivir simplemente sin riquezas”. (REB, septiembre de 1983.) Este Padre de la Iglesia primitiva no hizo más que decir una gran verdad. Ser pobre no es una virtud, es solamente un estado de vida. Los marginados viven sin riquezas y no por ello son necesariamente santos o virtuosos. La virtud es el resultado de la acción mental y no de la carencia de bienes materiales.
Uno de los argumentos de los que defienden que Jesús era pobre es el de que nació en una gruta. Pues bien, el único que dijo que Jesús había nacido en una gruta fue el evangelista Lucas. El evangelista Mateo habla de una casa. Al llegar los magos a Belén, en ocasión del nacimiento de Jesús, el evangelista Mateo escribió: “Y he aquí que la estrella que habían visto en oriente seguía delante de ellos, hasta que, llegando al lugar donde estaba el niño, se detuvo. Al ver la estrella, fue grande la alegría que sintieron. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, se postraron en tierra y Lo adoraron”. (Mt. 2, 1-12.) Aunque Jesús haya nacido en la gruta de Belén, lo que es más lindo y más poético, sucedió de tal manera porque, estando en viaje, no encontraron lugar en las casas de hospedaje de la ciudad.
En lo referente a la alimentación, ésta, por cierto, nunca Le faltó; más aun, El mismo ya había enseñado que el Padre, que alimenta a las aves del cielo y viste los lirios del campo, jamás dejaría sin comida y sin ropa a quien las pidiese.
Todos los aspectos relacionados con la parte económica de Jesús y su grupo estaban a cargo de un discípulo llamado Judas. Era el encargado de la caja y de proveer todo lo que se refiriese a la parte material.
Jesús, con seguridad, en Su peregrinaje era invitado muy a menudo a comer en las casas. Dicen los evangelios que hasta participó de banquetes. Sin duda, también compartió la mesa simple de la gente pobre.
En lo que respecta a la ropa del Maestro, es seguro que no era un andrajoso.
Cuenta el evangelista Juan que, “después de crucificar a Jesús, los soldados echaron mano de Sus vestiduras e hicieron de ellas cuatro partes, una para cada soldado; además, estaba la túnica. La túnica, sin embargo, era sin costura, totalmente tejida de arriba abajo. Por lo que dijeron entre sí: ‘No la cortemos, sino echemos a la suerte, a ver a quién le toca’ “. (Jn. 19, 23-24.)
Como es obvio, la túnica de Jesús era una vestimenta de calidad.
Es importante resaltar, también, que Jesús se hospedaba en la casa de gente pobre, de gente media y de gente rica. Lázaro, por ejemplo, que vivía en una mansión, en Betania, con sus dos hermanas, Marta y María, era muy amigo del Maestro y siempre Le daba hospedaje. Todo indica, por otra parte, que no pocas veces debe haber dormido a la vera del camino. Sí, porque El era un peregrino. Su misión era recorrer las ciudades, las aldeas, campos y poblados para llevar la buena nueva del reino de Dios.
Con esto no estoy afirmando que Jesús era rico, pobre, o que tenía lo suficiente para vivir. Quiero decir – y no podría ser de otra manera – que Jesús siempre tenía todo lo que quería, puesto que El sabía que en El mismo residía la fuente infinita de todo.
¿JESÚS HABRIA PREDICADO LA POBREZA?
Hay un pasaje en el evangelio que los defensores de la pobreza como modo de vida citan en primer lugar: la historia de que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino e los Cielos. Vamos, entonces, a registrar el texto literalmente.
Lucas cuenta: “Cuando Jesús iba caminando, corrió a Su encuentro alguien, cayó de rodillas y Le hizo esta pregunta:
-Buen Maestro, ¿qué debe hacer para alcanzar la vida eterna?
Jesús le respondió:
-¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino Dios solamente. Conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no mentirás, honrarás a tu padre y a tu madre.
El Le respondió:
-Maestro, he observado todo eso desde pequeño.
Jesús lo contempló con amor y le dijo:
-Aún te falta una cosa: ve, vede todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo; después ven, y sígueme.
Con estas palabras, él se entristeció y se retiró, porque poseía muchos bienes.
Jesús paseó su mirada por su alrededor y dijo a sus discípulos:’ Qué difícil es entrar en el reino de Dios para los que poseen riquezas!
Los discípulos se aterrorizaron con estas palabras. Sin embargo, Jesús volvió a decir: ‘¡Hijos, qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en las riquezas! Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja que entrar un rico en el reino de Dios’.
Con esto se aterrorizaron y se decían unos a otros: ‘Entonces, ¿quién puede salvarse?’
Jesús clavo en ellos Su mirada y dijo. ‘Para los hombres esto es imposible, pero no para Dios; porque a Dios todo Le es posible’.
Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: ‘He ahí que nosotros dejamos todo y Te seguimos’”.
Respondió Jesús: “En verdad, os digo que todo aquel que por causa Mía y del evangelio deje casa, hermano, hermana, madre, padre, hijo, o campo, recibirá, ya en esta vida – aunque sea entre persecuciones -,el céntuplo en casas, hermanos, hermanas, madre, hijos y campos; y en el mundo futuro tendrá vida eterna”. (Mc. 10, 12-31)
Hay diversos aspectos que deben ser analizados en este párrafo del evangelio. El primer tema fue una conversación que Jesús mantuvo con un joven que quería seguirlo. Estaba, por consiguiente, de acuerdo en ser discípulo de Jesús. Como la misión de Jesús era recorrer los caminos del mundo y llevar Su mensaje a las ciudades, a als aldeas, a los poblados, a todas las regiones, es muy lógico que el seguidor del Maestro no podría tener otros compromisos que le impidiesen acompañar las jornadas de Jesús. En el momento de la opción, el joven debía decidir: o dejar todo y seguir a Jesús por todas partes, o volver a sus negocios; porque él no podría hacer las dos cosas al mismo tiempo. Estaba siendo probada la verdadera vocación del muchacho. Lo que a él realmente le gustaba era dedicarse a sus negocios, a sus actividades, que, sin ninguna duda, también eran necesarias para la comunidad. Al darse cuenta de que era, de hecho, eso lo que más quería de las dos posibilidades a elegir, se sintió triste porque no podría seguir al Maestro, que él tanto amaba y cuya prédica lo fascinaba y atraía.
Todos tienen obligación de amar a Dios, seguir los mandamientos de Dios y del Bien, pero no todos tienen vocación religiosa. Además: “Muchos son los llamados, pocos los elegidos”. (Mt. 22,14.)
Deshacerse de sus empresas no era una determinación que podía tomar todo ser humano, pero sí podían hacerlo aquellos que quisieran ser discípulos de Jesús, por el simple hecho de que no estarían en condiciones de atender dos cosas al mismo tiempo.
Por lo tanto, no se trata de suponer que Jesús predicaba la pobreza material para todos Sus fieles. Ni siquiera estaba predicando la pobreza para Sus discípulos, porque más adelante, El aclaró: “En verdad, os digo que todo aquel que, por causa Mía y del evangelio, deje su casa, su hermano, su hermana, su padre, su hijo, o su campo, recibirá, ya en esta vida, el céntuplo da casas, hermanos, hermanas, hijos y campos”. Por cierto, El quería decir, que, dejando la familia y los bienes individuales, en esa misión maravillosa recibiría muchos más bienes materiales y espirituales de los que tenía antes. Y, también, por dedicarse a una misión tan grandiosa, tendría, en el mundo futuro, la vida eterna.
¿PUEDE SER LA RIQUEZA UN OBSTÁCULO PARA LA FELICIDAD?
Pero Jesús aprovechó el momento en que el joven había rechazado Su invitación para llamar la atención sobre las dificultades que encuentran muchos ricos para alcanzar el reino de los Cielos.
Si alguien pone su confianza únicamente en las riquezas, estará siempre preocupado, angustiado, temeroso, tenso, porque puede, de un día para otro, perder todo lo que tiene.
Y, si una persona vive tensa, nerviosa, preocupada, angustiada, no está viviendo en el reino de los Cielos, sino en un reino de preocupaciones y enfermedades.
Para vivir en el estado interior de reino de los Cielos, la persona debe estar liberada, con la mente despreocupada, desinteresada, límpida.
Las personas que logran entrar en este estado interior pueden llamarse bienaventuradas, o sea, felices. Fue eso lo que enseñó el Maestro al decir: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los Cielos”. (Mt. 5,3.)
El reino de los Cielos – al que se refería Jesús aquí – no es el reino de la otra vida, como muchos pueden suponer, sino un estado interior de felicidad.
“Preguntaron los fariseos cuándo vendría el reino de Dios. Les respondió: ‘El reino de Dios no vendrá con advertencia; ni dirán: ¡Helo aquí o helo allí! Porque el reino de Dios está dentro de vosotros’.” (Lc. 17, 20-21.)
por lo tanto, el estado interior de reino de Dios o de reino de los Cielos es el estado de paz, de alegría, de amor, de felicidad. Ese es un estado mental que se crea dentro de la propia persona. Pero si alguien está con la mente unida sólo a los negocios, a los compromisos, a las cuentas por pagar, a los pagarés, al saldo bancario, a los problemas financieros, a las dificultades económicas, éste es su estado mental – estado mental tenso, preocupado, perturbado, temeroso- y esta realidad interna no tiene nada que ver con el estado interior de reino de los Cielos.
La situación mental de preocupaciones y temores es bastante frecuente entre las personas ricas debido a la acumulación de compromisos serios y, muchas veces, difíciles. Jesús enseña que no hay que preocuparse por los bienes exteriores, porque el Padre Celestial nos da todo lo que necesitamos, pero la mayoría de esas personas no sabe cómo puede suceder eso. Y siguen tensos y preocupados día tras día, noche tras noche, sufriendo consecuencias dañinas para su salud. Ahí vienen las tensiones, que generan la hipertensión, el stress, el nerviosismo, la irritabilidad, el insomnio, las úlceras, los problemas cardíacos, el infarto y otros males.
De esto se concluye que la preocupación por los negocios y la riqueza material – que se produce en los que no saben usar la mente – les impide ser felices y saludables. Como la felicidad es el estado interior de reino de los Cielos, esas personas no logran entrar en ese reino maravilloso, que es la razón de ser de la vida humana.
Tomando como base esta realidad psicológica, el Maestro observó en otra ocasión: “Nadie puede servir a dos señores: o bien odiará a uno y amará a otro, o respetará a este y despreciará a aquél. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. (Mt. 6, 23-34.)
Aparentemente, usted puede tener la impresión de que Jesús aquí está combatiendo la riqueza. Nada de eso. El está enseñando la gran verdad de que no se debe estar con la mente obsesionada por la riqueza, porque, de esta manera, sólo tendrá lugar en su corazón para papeles, pagarés, cheques, documentos. Una persona que vive sirviendo a la riqueza, que tiene la mente y el corazón sumergidos en la riqueza, no puede estar en el reino de los Cielos, porque en su corazón no hay lugar para eso. ¿Cómo hacer?
Las riquezas son cosas buenas y están ahí para servirlo y no para que usted las sirva.
Su mente debe estar unida a la alegría, a la felicidad, a la paz, al amor, a la fraternidad, en fin, al reino de los Cielos. Y, en este estado de felicidad, usufructuar las riquezas. Sírvase de las riquezas, porque si usted se queda sirviendo a las riquezas, ellas serán su dios. Así, además de hacer de la riqueza su dios, lo que es un error, usted no será feliz, porque en su corazón no sobrará lugar para la felicidad.
Sea feliz, sirva a Dios todopoderoso que habita su interior, y todo lo demás le será dado por añadidura, como enseñó el Maestro. Cuando una persona tiene la mente obsesionada por el dinero, por los bienes materiales, por el cheque bancario, por los negocios, es porque esa persona no sabe que existe un Poder Infinito dentro de sí misma, que todo lo alcanza. Si sabe que todo lo alcanza, nunca se afligirá, ni se angustiará ni estará temeroso.
Su tesoro está dentro de usted y es inagotable. Este tesoro – como citó Jesús – no lo corroe la polilla, no lo carcome la herrumbre, no lo deshace el tiempo, como puede suceder con los bienes materiales.
La suprema inteligencia está en reconocer que todos los tesoros están en la mente, guardados en un lugar donde no es posible que se corrompan o se pierdan.
Aquel que sólo quiere acumular tesoros, para poder prevenirse ante situaciones adversas y un futuro incierto, estará preocupado, temeroso, angustiado, porque sabe que cualquier día, en cualquier momento, todo puede desvanecerse; y ese pensamiento lo sume en un miedo constante, haciéndolo infeliz. Ante este planteo, muchas personas extraen la conclusión errónea de que la riqueza es un mal. No, la riqueza es un bien. El mal está en el pensamiento negativo en relación con la riqueza.
LIBERARSE DE LAS PREOCUPACIONES
Un gran número de personas encuentra enormes dificultades en liberarse de las preocupaciones económicas y financieras, y eso hace que estén cada vez más absorbidas por el mundo de los negocios y de las empresas, para que la riqueza puede crecer tanto que los dispense de esos pensamientos negativos y perjudiciales. Pero, el hecho de consagrarse con uñas y dientes al mundo de los negocios impide a esas personas vivir la vida, participar de las cosas buenas que suceden en la comunidad, disfrutar plenamente de las relaciones familiares. Es decir, no tienen tiempo para nada, ni siquiera para llevar a los hijos al parque, o a la iglesia, o para dedicar algunos minutos a Dios. Cuando esas personas se dan cuenta, la vida ya pasó y se quedan ahí, inmóviles, en una mecedora, mirando la herrumbre que se va apoderando de la caja fuerte.
Jesús, sintiendo esa realidad, exclamó: “Qué difícil es para un rico entrar en el reino de los Cielos”. O sea, ser feliz.
Se le hace difícil porque la gran mayoría no sabe que en el interior de cada persona existe la fuente de todo y que hay un Poder Infinito que todo lo alcanza.
Si usted tuviese, en su casa, una fuente poderosa, fuerte, rebosante de agua, nunca tendría miedo de que le faltara el agua. Por el contrario, hasta olvidaría el problema del agua. Sólo se preocupa por la falta de agua quien ve la posibilidad de que ésta pueda faltarle.
Se preocupan por los bienes materiales aquellos que no saben que, dentro de sí mismos, está la fuente de todos los bienes materiales.
Como los ricos que conocen esa extraordinaria verdad son relativamente pocos, la tendencia de los que tienen mucho es preocuparse mucho.
Para que los oyentes se conscientizaran aun más de ese problema, Jesús hizo una comparación muy fuerte: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los Cielos”.
A Jesús le gustaba mucho usar las imágenes de lo que veía para aplicarlas en Su prédica, con el fin de que el pueblo Lo comprendiese mejor. Ese día, estaba ante las murallas de Jerusalén. Antiguamente, las grandes ciudades estaban cercadas por murallas, que tenían la finalidad de proteger a los habitantes de las invasiones y ataques enemigos. La ciudad de Jerusalén también estaba rodeada por fuertes murallas de protección. En algunos lugares había entradas y salidas.
Según aprendía hace mucho tiempo, la aguja era una abertura estrecha existente en la muralla que circundaba la ciudad, a través de la cual pasaba un camello, pero muy ajustadamente.
Tal vez en aquel momento algún viajante estaba tratando de que su camello pasase con gran dificultad por la aguja.
Sirviéndose de esa visión, Jesús dijo, tal vez señalando el camello: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los Cielos”.
Claro que, por lo visto, no se trataba de una aguja de coser, porque literalmente sería imposible.
Una vez más es necesario repetir que el Maestro no estaba condenando la riqueza, sino insistiendo en que, si el rico no se despreocupa y no desprende su mente de la fijación en los bienes materiales, no tendrá condiciones para ser feliz.
¿Puede ser feliz una persona preocupada constantemente por sus negocios, por sus compromisos, por su situación financiera y económica”
difícilmente, o nunca.
- Pero, ¿cómo evitar las preocupaciones, los miedos y las angustias?- preguntará usted.
- Creyendo que existe un Poder Infinito, dentro usted mismo, que siempre atiende su pedido, su oración, sus necesidades. Si siempre lo atiende, pues, no hay razón para preocuparse ni para temer. Porque usted siempre tendrá lo que quiera, como quiera, donde quiera.
Vuelvo a decir: si usted tiene una fuente poderosa de agua en su casa, ¿alguna vez se ha preocupado por la falta de agua? Nunca.
Entonces, oiga al Maestro: “Buscad primero el estado interior de reino de los Cielos – que es el estado de felicidad – y todo lo demás lo tendréis por añadidura”.
No es la riqueza la uqe genera la riqueza, sino que es la mente unida a la riqueza, es la oración de la riqueza, lo que produce la riqueza. Esta es la manera simple y fácil por la cual usted retira de la Fuente Infinita la riqueza material que desea para sí.
Dice la Biblia, en el libro de los Salmos: “Si el Señor no edifica la casa es en vano que trabajen los que la edifican”. (Sl. 127, 1.)
Esto quiere decir que no es el trabajo duro, desgastante, el que produce la riqueza, sino el Poder Infinito, que existe en todo ser humano.
El libro de los Proverbios tiene la siguiente afirmación: “Recomienda a Dios tus tareas y tus proyectos se realizarán”. (Prov. 16)
También en el libro de Nehemias puede leerse: “El Dios del Cielo, El nos hará prosperar”. (Nehemías 2,20.)
Es el Dios que habita su cielo interior el que hará que su oración se realice.
JESÚS ENSEÑA EL CAMINO A LOS POBRES
Es muy comentado el pasaje del evangelio en que Jesús habla de las dificultades que encuentran muchas personas ricas para vivir en el reino de los Cielos. Ya me refería a este tema.
Veamos ahora cuáles son las dificultades principales que atormentan y preocupan a muchos pobres, impidiéndoles vivir en su propio reino de los Cielos.
¿Qué es lo que atormenta y preocupa tanto a los pobres?
En primer lugar, la aflicción por la posible falta del pan de cada día, de la comida, de la roa, de los remedios, de los bienes de primera necesidad. En segundo lugar, la incertidumbre del futuro, la preocupación por el día de mañana.
Percibiendo las preocupaciones y temores del pueblo pobre que Lo escuchaba, el Maestro les dio la más sabia de las instrucciones: “No andéis, pues, inquietos, ni digáis: ¿qué tendremos para comer ¿qué tendremos para beber? ¿con qué nos vestiremos?
No andéis, pues, preocupados por el día de mañana; el día de mañana cuidará de sí mismo; a cada día le basta su afán”.
Y continuó Jesús enseñando a los pobres: “Considerad las aves del cielo: no siembran, no siegan ni recogen en graneros, sino que vuestro Padre Celestial es quien les da de comer. ¿No sois vosotros más que ellas?
¿Y por qué andáis inquietos por lo que tendréis para vestir?
Considerad los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan, ni hilan, y sin embargo, os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió jamás como uno de ellos. Si, pues, Dios viste así la hierba del campo que hoy existe y mañana es arrojada al horno, cuánto más a vosotros, hombres de poca fe”. (Mt 6, 25-34.)
Con estas palabras, el Maestro presenta, con mucha propiedad y sabiduría, los grandes problemas que afligen y preocupan a la gente pobre y traza, con genialidad divina, la solución.
Todo aquello que atormenta la mente de muchos pobres, impidiéndoles ser felices, se resume, según Jesús, en la idea del hambre, de las privaciones, de la falta de bienes de primera necesidad y en las preocupaciones relativas al futuro.
Muchas personas piensan que es correcto preocuparse por el futuro.
Cierta vez, en el transcurso de una entrevista que concedí, durante tres horas, a la Radio Renacimiento, de Portugal, un ingeniero oyente dijo que yo iba contra las enseñanzas de Jesús al afirmar que las personas no debían preocuparse; insistía en que Jesús mandó que cada uno se preocupase por los demás.
Cuando terminó de hacer su planteo, en el aire, yo simplemente le respondía que nunca encontrará en ningún pasaje de los evangelios que Jesús mande a alguien que se preocupe, pues es más que sabido que la preocupación es un mal, que genera tensión, hipertensión y toda una serie de enfermedades, y el Maestro jamás predicaría el mal y la enfermedad. Por el contrario, predicó claramente – y yo cité el pasaje – que nadie debía preocuparse.
-Pero, ¿cómo puedo dejar de preocuparme – se quejará usted ahora – si soy pobre, gano poco y tengo una familia para alimentar y vestir? Solo puedo ser buen padre, buen cristiano, si me preocupo por la vida y por el futuro de mi familia.
La respuesta le es dada por el Maestro de los maestros:
”Habrá entre vosotros quien le dé a su hijo una piedra, cuando le pide pan? ¿O quien le dé una serpiente cuando le pide pescado? Si, pues, vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más vuestro Padre, que está en los Cielos, dará cosas buenas a aquellos que las pidieren”. (Mt. 7, 7-11.)
Ahí está la respuesta más fantástica e increíble que usted podría escuchar sobre el problema social y económico: dentro de cada persona está el Padre, el Poder Infinito, que da todo lo que se Le pide. Es totalmente lógico, pues, que si usted recibe de la Fuente Infinita todo lo que le pide, no le sobra ningún motivo para preocuparse ni para quejarse de su estado de privaciones y de hambre. Pida el pan con manteca de cada día y usted siempre lo tendrá en abundancia, porque – enseñó Jesús – el Padre, que habita el interior del ser humano, dará siempre todo lo que se Le pide.
A través de la revelación de esa verdad, quedan solucionadas todas las dificultades sufridas por los pobres, dificultades que impiden a tanta gente ser feliz.
Ni el rico debe preocuparse ni el pobre tampoco. Deben, esto sí , ocuparse de la promoción del bien personal, familiar y social. El Poder Infinito, existente en toda persona, es la solución para todo, tanto en el presente como en el futuro.
La vida es hoy; piense que “el día de mañana cuidará de sí mismo. A cada día le basta su afán”.
Jesús no predica la falta de previsión o la irresponsabilidad. Ni dice que usted no debe tener proyectos, programas; mucho menos que no debe establecer una visión definida y firme de sus ideales futuros.
Simplemente enseña que usted no debe crear pensamientos negativos de miedo, de aflicción, de aprensión, de preocupación, de angustia, de nerviosismo, de depresión , de impaciencia, porque estas proyecciones mentales crean su infierno interior, en lugar de crear el estado interior de reino de los Cielos.
Siguiendo la orientación del Maestro, usted encuentra paz de espíritu, liberación interior, tranquilidad, seguridad y la certeza de que tendrá siempre todo lo que desea. Esos pensamientos positivos son esenciales para que usted sea feliz y alcance el reino de Dios. ——
HASTA AQUI EL ARTICULO.
La meta de nuestra alma es el aprendizaje y el destino final es regresar al hogar del padre.
En término figurado, el camino de la vida de todos los seres humanos se puede ver afectado por altibajos, derrumbes y trancones. Así, que nuestros días, no pueden ser catalogados como “buenos” por la mera ausencia de problemas ya que a todos nos ocurren dificultades. Algo que si nos diferencia a unos de otros es la manera como asumimos cada desafío. En lugar de luchar contra las circunstancias, el objetivo es aprender de ellas.
Una crisis siempre antecede un crecimiento interior. Lo bondadoso de los contextos dolorosos es que nos muestran si nos hemos estado aferrando a un tipo de pensamiento limitante o a una falsa imagen de nosotros mismos. Sea lo que sea, lo que esté sucediendo, no significa que seamos “malas” personas ni que la vida esté en nuestra contra. Einstein decía que en el corazón de la dificultad se encuentra la oportunidad. Lo que tenemos que hacer es descubrirla.
Aprender a superar una crisis, cualquiera sea su origen (amoroso, salud, económico, laboral, profesional, familiar, etc.), depende de nuestra actitud y de la forma como percibimos en general las cosas. Cada suceso que perdonamos, superamos y cerramos, nos vuelve más fuertes y debemos agradecer a las personas con quien tuvimos conflictos, esos “maestros”, que se nos cruzan por el camino y nos hacen recordar la grandeza de nuestro ser.
No se puede negar que algunas circunstancias pueden ser mucho más dramáticas que otras, pero también es cierto que nuestra resistencia las hace más complicadas y retadoras. Siempre existe una bendición detrás de cada evento doloroso; entenderla es la idea. Huir (sin sanar) o hacernos los locos, no funciona. Pretender olvidar sin comprender qué pasó y fingir que ya no duele, tampoco sirve; ni mucho menos “dejar así”; como se dice popularmente en mi país, Colombia. Si podemos ver la lección a asimilar y pasamos la hoja agradeciendo y modificando creencias para recomenzar, salimos adelante.
Los ángeles están aquí para alentarnos y enseñarnos si se los pedimos. Si deseas involucrarlos en el proceso de entender la lección en medio del dolor, amorosamente te sugiero este ejercicio: invoca a tus ángeles y piensa en esa situación que te concierne. Visualiza la escena con compasión, sin juzgar. Esta vez hazlo como un “extra”, no como el actor principal que eras. A través de la respiración pausada y profunda, tranquiliza tu mente y pregunta: “¿Qué me están queriendo decir?”, “¿Qué tengo que aprender acá?”. Sin ansiedad, permanece atento a las señales y a las respuestas que pueden llegar inmediatamente o un tiempo después. No te preocupes, siempre las recibimos. Y tú sabrás identificarlas porque resonarán con tu ser.
Envía energía positiva a la situación y a las personas involucradas deseando el bien para todos. Para cada problema ya existe una solución en el universo, así que no quieras manejarlo tú solo. Entrega el conflicto a Dios y a tus ángeles. Agradece y confía en que todo va a estar mejor. Liberar o entregar no significa resignarse ni pensar: “esto ya no me importa”. Más bien es aceptar, tener fe, comprender y aprender.
En artículos anteriores he mencionado lo creativos que son los ángeles y la gran cantidad de recursos que usan para hacernos llegar sus mensajes. Las respuestas pueden presentarse de varias maneras. Así, que si has preguntado, permanece pendiente (sin expectativas) y atento a la contestación que puede estar en algo que escuches, leas, sueñes o pienses. ¡Los ángeles siempre responden!
Ten cuidado. No te mortifiques preguntándote: “¿por qué a mí?” o” ¿hasta cuándo?”. Ese no es el punto. Tampoco te enfrasques en los pequeños detalles. Las dificultades vienen en todos los tamaños. Es cierto que hay situaciones complejas que nos ponen de cabeza, pero hay otras, que analizadas a conciencia, no tienen tal importancia.
La actitud lo es todo. Mantente positivo y pon todo de tu parte para sentirte bien y mejorar tu estado de ánimo. Dios jamás nos abandona y no debemos tampoco nosotros hacerlo echándonos a la pena, convirtiéndonos en victimas. Todo tiene un sentido y nada sucede al azar. Nada es bueno ni malo, la etiqueta se la pone cada cual, con la forma como percibe y siente la situación. ¿Cuántas veces algo que aparentemente se mostraba como aterradoramente negativo, resultó ser para mejor?
La vida nos responde. Con nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y acciones atraemos lo que nos sucede; pero sentirte culpable no ayuda.
Más bien, asume la responsabilidad y analiza qué estás haciendo para atraer ese tipo de situación. O si lo que está pasando es que estás cayendo recurrentemente en lo mismo; pide a tus ángeles que te ayuden a entender qué patrones de comportamiento lo está generando para trabajarlos y no repetirlos.
Recuerda que los ángeles y otros seres de luz están contigo y que te envían energía alentadora. No te petrifiques en tu dolor; sacúdete y decídete a sanar reconociendo la bendición, aceptando, comprendiendo y liberando. A los ángeles les encanta ayudarnos; solo pídeselos y déjate asistir. Fluye con la situación, no te resistas a aprender. Entre más rápido hagas conciencia de ello, más pronto saldrás.
Habla de cosas alegres.
En el mundo ya hay bastante sufrimiento sin que tú agregues tus lamentos.
Hasta el peor de los casos tiene puntos a favor: búscalos y menciónalos en tu conversación.
Así darás descanso a los oídos de quienes están hartos de tanto gemido.
Habla con fe.Creas en Dios, o en otra cosa creas, dilo; si no, sella con silencio tus ideas hasta que te vuelva la fe, y te aseguro que nadie se quejará de que estés mudo.
Habla de salud.
El relato de achaques y enfermedades es trillado, aburrido, desagradable.
Has de entender que a nadie le interesa oír las notas disonantes de tus dolencias.
Si dices que estás bien y no te aqueja mal, Dios hará que tus palabras se tornen realidad.
‘ Nada hay tan contagioso como el optimismo. Vivir con un amigo optimista es encontrar la clave de la felicidad. El llanto de los otros suele hacernos llorar; pero la risa de los otros, invariablemente, nos hará reír.’ — Amado Nervo
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