EL CLIMA

sábado, 18 de agosto de 2012


Amado lector, como acostumbramos hacerlo los fines de semana, incluimos aqui, algunas reflexiones, las cuales entendemos que habran de ser positivas para tu vida, porque no de reflexion, y de aliento para tu alma si es que acaso venias espiritualmente cansado.
Siempre sera tiempo de levantarse si se quiere, siempre sera tiempo de obrar y pensar positivamente, de modificar actitudes, y de procurar que cada dia, estemos viviendo en una condicion mejor, en todos los aspectos necesarios.
Estamos en medio de un fin de semana largo, y te animamos a vivirlo en plenitud, haciendo cosas que a lo mejor en otros dias no harias, y pensando porque no, generando ideas constructivas, imaginando que hacer, o que cosa que hicieras, mas alla de lo fisico, que le podria dar placer a tu intelecto, hacerte sentir bien mientras lo haces, y una vez que lo hayas hecho.
La caravana vuelve el domingo con mas contenido, como siempre deseando que te sea de mucha utilidad.
BESOOOS lc.


UN DECALOGO INTERESANTE

1. LA ACTITUD:
La felicidad es una elección que puedo hacer en cualquier momento y en cualquier lugar. Mis pensamientos son los que me hacen sentir feliz o desgraciado, no mis circunstancias. Sé capaz de cambiarte a ti mismo, y el mundo cambiará contigo.

Nuestras vidas no se determinan por lo que nos sucede, sino por nuestra reacción a lo que nos sucede; no por lo que la vida nos trae, sino por lo que nosotros traemos a la vida.

2. EL CUERPO:
Mis sentimientos son influenciados por mi postura. “Nada como una sonrisa…” Una postura adecuada genera una disposición feliz. Es importante también que hagas ejercicio, éste nos libera del estrés y genera la secreción de endorfinas, que hacen que nos sintamos bien.

Mira siempre hacia arriba y sólo podrás reír, pues no conozco a nadie que haya podido llorar en esa postura.


3 NUESTRA PROPIA IMAGEN:
Debo aprender a amarme a mí mismo como soy. Creer en ti mismo da resultados. Sólo al querernos podemos abrir el corazón a que nos quieran. Cuanto más te conozcas, en mayor medida podrás darte a los demás.

Si tú te respetas a ti mismo, los demás te respetarán. Si tú te amas, los demás te amarán.

4 LAS METAS:
¿Sabes cuál es la diferencia entre un sueño y una meta? Una meta es un sueño con una fecha concreta para convertirse en realidad. Un sueño es sólo un sueño, algo que está fuera de la realidad... así que atrévete a soñar, pero atrévete también a esforzarte por lograr que esos sueños se hagan realidad.

Los obstáculos, son esas cosas que nos asustan cuando quitamos la vista de nuestras metas.

5 EL HUMOR:
La sonrisa es muy importante para mejorar la autoestima. Cuando sonreímos, aunque no sintamos nada, nuestro cerebro lo entiende como una señal de que todo va bien y manda un mensaje al sistema nervioso central para que libere endorfinas, que da a la mente una respuesta positiva.

Dicen que una sonrisa cuesta menos que la electricidad, pero que da más luz… Además, con cada sonrisa que le das a alguien o a ti mismo, siembras una semilla de esperanza.

6 LAS RELACIONES:
La sinergia es unir fuerzas y caminar juntos para conseguir cosas. Siempre que dos más personas se unen en un espíritu de colaboración y respeto, la sinergia, basada en la comunicación y empatía se manifiestan naturalmente.

Trata de entender a las personas que te rodean, quiere a tus amigos como son, sin intentar cambiarlos, porque cuando te sientas mal, sin importar como sean, el verdadero amigo estará allí para apoyarte y brindarte todo su amor.

Así que cultiva tus amistades, pues ellas no son ¡gratis! La amistad, al igual que la mayoría de los sentimientos, debe fluir de manera natural, debe alimentarse a través de detalles.

7 EL PERDÓN:
Mientras mantengas odios y resentimientos en tu corazón, será imposible ser feliz.

Lo maravilloso del perdón no es que libera al otro de su eventual culpa, sino que te libera a ti de un sufrimiento para el alma. La vida es muy bella como para mantener sentimientos negativos en nuestro camino...

“¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no hechas de ver la viga que está en tu propio ojo?”; Lucas 6:41

8 DAR:
Uno de los verdaderos secretos para ser feliz, es aprender a dar sin esperar nada a cambio. Las leyes de la energía y la justicia te devolverán con creces lo que des. Si das odio, recibirás odio tarde o temprano, pero si das amor, recibirás multiplicado ese amor.

Quien ama de verdad da todo de sí por hacer feliz a la persona amada. Sólo el que aprende a dar desinteresadamente, está en camino de descubrir la verdadera felicidad.

9 LA FE:
La fe crea confianza, nos da paz mental y libera al alma de sus dudas,
preocupaciones, ansiedad y miedos. Ten fe, esperanza y optimismo en ti mismo y en todos los proyectos que quieras emprender.

10. “Es, pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”
Hebreos 11:1

Si pudiéramos practicar tan sólo uno de estos secretos al día, quizás no tardaríamos mucho en acercarnos a la felicidad.



UN POCO MAS


Es un día normal entre semana, y estoy ocupada con un montón de cosas en la oficina de mi casa: investigar y escribir, hacer llamadas telefónicas, poner una o dos cargas de ropa en la lavadora...

Durante las pausas, uso mi red de correo electrónico para ayudar a una mujer a localizar a un perro que mordió a su hijo hace poco. Corro a ayudar a una vecina mía que es viuda a resolver los problemas que tiene con su computadora. Preparo masa y meto al horno una decena de panquecitos de chocolate para regalárselos a unos vecinos solitarios.

Ninguna de estas acciones me quita mucho tiempo, ni tampoco esfuerzo o dinero. Confieso que, hasta hace poco, no habría podido creer que fuera tan fácil ayudar o alegrarle el día a alguien, pero ahora no me sorprende. La razón es que he alcanzado mi meta de hacer una obra buena al día durante 50 días seguidos. ¿Soy una hermana de la caridad? En absoluto. ¿Hacer una obra buena al día me parecía difícil? Sin duda.

La mayoría de mis jornadas son agotadoras. Trabajo ocho horas al día, al igual que mi esposo, Ian, y también me ocupo de mi hija, Emily, de 10 años. Cuando no estoy en mi oficina ganándome el sustento como redactora independiente, estoy cocinando, limpiando o pagando cuentas. Llevo a mi hija a la escuela, a su ensayo en un coro y a sus clases de natación. Todos los días ayudo a mi esposo, que es cuadrapléjico. Como millones de personas, me falta tiempo y cuido el dinero.

Es una lástima que muchos de nosotros no podamos contribuir a nuestra comunidad o al mundo en general por estar tan ocupados. Durante años yo también creí que costaba mucho tiempo, dinero y esfuerzo hacer algo por los demás, pero todo cambió cuando puse en marcha mi plan de hacer una obra buena cada día.

En la primavera de 2006 me sentí inspirada por algunos retos de otras personas, como el Proyecto Julie/Julia, de una joven trabajadora y bloguera llamada Julie Powell que se propuso cocinar en un año las 524 recetas incluidas en un libro de la famosa chef estadounidense Julia Child. El proyecto de esa joven fue llevado luego al cine en la película Julie y Julia. Decidí encarar un reto parecido.

Mi hija fue mi principal inspiración. Emily sabía que su papá y yo ayudábamos económicamente a una niña adoptada que vivía en Egipto, donábamos ropa usada y dábamos dinero a las personas que recaudaban fondos de casa en casa para obras benéficas. Sin embargo, quería demostrarle que podíamos hacer más, así que decidí hacer una obra buena al día durante 50 días seguidos.

Compartí tu buena obra del día con la comunidad haciendo click aquí.

La primera semana tuve dudas de poder lograrlo. Busqué ideas en Internet. Cuando salía a la calle, trataba de hacer algo bueno para cubrir mi cuota. Un día, en el estacionamiento de un supermercado, quité un par de carritos que alguien había dejado en un lugar para discapacitados. En otra ocasión guié a un hombre ciego por la estación del metro, y él me dio las gracias sonriendo.

A veces me costaba trabajo encontrar maneras de ayudar, así que hacía cosas a las que no estaba acostumbrada. Llevé flores de mi jardín a un hogar para ancianos. Recogí basura en un parque público ante las miradas de sorpresa de las familias, y yo sólo deseaba que mi acción les sirviera de ejemplo para hacer lo mismo.

Sin embargo, al cabo de unos días, todo me resultó más fácil. Sentí un poco de culpa por la simpleza de mis acciones. Las intercalaba con mis otras tareas diarias de una manera que me convenía. Pero, ¿no se trataba de eso justamente? ¿Acaso las obras buenas tienen que ser complicadas? Aunque muchas de las cosas que había hecho eran sencillas —no fundé un orfanato ni salvé de morir a nadie—, sabía que mis granitos de arena estaban ayudando a otros.

Por supuesto, obrar bien tiene sus riesgos. Una tarde, a bordo de un tranvía, estaba agachada recogiendo unas hojas sueltas de periódico cuando de repente una mujer pasó junto a mí y me pegó en la cabeza con su enorme bolso. Regresé adolorida a casa, pero con la satisfacción de haber hecho lo correcto. Otras obras buenas se quedaron en el intento. Fui a donar sangre, pero como no pudieron clavarme la aguja de la jeringa en ninguna vena, me enviaron a casa. En otra ocasión, traté de darle comida a una mujer indigente, pero no la quiso porque era vegetariana (sin embargo, aceptó con gusto algunas monedas).

Otras acciones mías tuvieron efectos muy gratos. Conseguí la dirección de mi maestro de creación literaria del bachillerato y le envié una carta de agradecimiento por el estímulo que me dio años atrás. Él me respondió con una nota efusiva, y así iniciamos nuestra presente amistad.

Todas las noches, a la hora de cenar, les contaba a mi esposo y a mi hija mi obra buena del día. Decidieron seguir mi ejemplo, y pronto ellos me contaban las suyas. Emily emprendió una campaña de recolección de basura en su escuela, y Ian un día auxilió a una mujer mayor que sufrió una caída en la calle; le pidió a un transeúnte que llamara una ambulancia, y mi marido consoló a la señora hasta que llegó la ayuda. Incluso mi padre, quien vive en otra ciudad, un día telefoneó para contarnos una extravagante obra buena que había hecho por la mañana: ¡detuvo el tránsito vehicular en seis carriles para que una mamá pata y sus dos patitos pudieran atravesar un cruce de calles!

Al igual que yo, Emily se tomó como un reto hacer buenas obras. Un día, al volver a casa de la escuela, recogió una maceta de geranios de unos vecinos que el viento había derribado, enderezó las flores y la devolvió a su sitio. En otra ocasión me ayudó a recolectar víveres en el vecindario para un banco de alimentos. Fuimos a entregarlos y, en el camino de regreso, Emily me dijo con orgullo que quería trabajar allí algún día.

En la última semana descubrí que yo también había cambiado. Al principio no estaba segura de poder hacer una obra buena al día, pero al final lo hacía con toda naturalidad. Estaba más consciente de lo que pasaba a mi alrededor, de lo que urgía resolver. Sentía una mayor responsabilidad de actuar cuando veía a alguien en apuros, en vez de mirar hacia otro lado. Sentí que, de algún modo, había despertado.

El día 50 me felicité por haber superado el reto. Lo más importante fue darme cuenta de que la mayoría de mis obras buenas me habían llevado menos de 15 minutos, no me costaron un centavo y, sin duda alguna, le habían servido a la gente.

El día 51 me llevé una sorpresa: de pronto me sentí obligada a recoger la basura tirada en el suelo de un baño público. Resultó que 50 días de obras buenas habían formado en mí un hábito que aún perdura. Ahora hago más obras buenas de las que solía hacer, al igual que mis familiares.
Cuando les cuento a otras personas sobre mis 50 obras buenas, muchas de ellas me hablan de sus propios actos generosos. Esto me lleva a creer que a la gran mayoría nos emociona hacer algo útil o grato para los demás.

¿Por qué sentimos un impulso tan fuerte de ayudar a otros? Una teoría señala que las personas bondadosas tienen más probabilidades de educar bien a sus hijos que las que sólo aspiran a realizar actos de bondad. Se puede decir, por tanto, que la evolución favorece a los seres humanos más amables y compasivos.

Me gusta esa idea. Y ahora sé que, con voluntad, todos podemos hacer una obra buena cada día.

31 obras buenas...y un mes de satisfacciones plenas.
1. Donar ropa usada.
2. Barrer la acera de los vecinos.
3. Ceder el paso a los peatones en los cruces sin semáforos.
4. Visitar a un familiar o amigo que esté confinado en cama.
5. Ser amable con un desconocido.
6. Ayudar a una mujer con niños a llevar a su auto las bolsas del supermercado.
7. Escuchar con empatía a una persona que lo necesite.
8. Recoger la basura tirada en un parque público.
9. Llevar un postre casero a una estación de bomberos.
10. Cocinar un día para una pareja que acaba de tener un bebé.
11. Mantener abierta la puerta para que pase otra persona.
12. Hacer un donativo a alguna organización altruista.
13. Ceder el turno en la fila de un banco a una persona mayor.
14. Donar sangre.
15. Regalar juguetes o materiales de juego a una guardería.
16. Pintar o limpiar una pared con grafitos en un lugar público.
17. Hacer un trabajo voluntario en un hogar para ancianos.
18. Dejar una buena propina y dar las gracias a un mesero servicial.
19. Donar libros a una escuela.
20. Enviar una nota de apoyo a una persona que esté pasando un momento difícil.
21. Ofrecerse a cuidar al hijo o los hijos de un amigo o vecino que lo requiera.
22. Unirse a una colecta de fondos para fines benéficos.
23. Avisar a todo conductor que, al bajar de su auto, haya dejado encendidas las luces.
24. Ceder el asiento a otra persona en un transporte público.
25. Pagar una cantidad extra por un artículo a un artesano pobre.
26. Visitar o telefonear a una persona mayor que viva sola.
27. Donar un día de sueldo a la Cruz Roja.
28. Llevar una caja de galletas a la oficina y repartirlas.
29. Enviar una carta de felicitación a un servidor público que haga bien su trabajo.
30. Invitar a desayunar o comer a un niño indigente.
31. Apoyar con favores o palabras a una persona sin empleo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario