EL CLIMA

lunes, 14 de mayo de 2012

HISTORICOS DEL PERONISMO




HISTORICOS DEL PERONISMO
JORGE ANTONIO
(entrevista realizada en enero de 2004)

Por Felipe Pigna [Noticias]

¿Cómo conoció a Perón?

En el 43, pero lo empecé a tratar a partir de 1949. En el 43 lo había conocido accidentalmente en una reunión social, pero no había tenido mayor trato con él. Yo trabajaba en una empresa llamada Aguirre, Mastro y Compañía, éramos representantes de General Motors y Mercedes Benz. En 1949 lo veo a Perón y le digo que queremos iniciar un proceso de industrialización en el país fabricando camiones, que teníamos proyectada la planta y que yo quería que él recibiera al presidente de la empresa junto con el embajador alemán, que estaban interesados en respaldarme. Vino el representante de la Mercedes, el Barón von Korf; él lo recibió, le dio todo su apoyo moral, y les dijo que en el país podían tener toda clase de seguridades.

¿Cuándo vio por primer vez a Evita?
La primera vez en el 49. Fuimos a hacer una visita protocolar. Después la traté bastante en el año 51, cuando trajimos una cantidad de automóviles que ella distribuyó entre los taxistas. Hubo una licitación para traer automóviles. Estaba prohibida la importación en ese momento, y se presentaron los importadores normales. Todos pedían poco: 50, 60, 100 el máximo. Nosotros nos presentamos y pedimos 5.000. Nos otorgaron el permiso, pero teníamos que conseguir las divisas, para lo cual salimos a recorrer el mundo y las conseguimos.
¿Y cómo las consiguió?
Ofreciendo participación en las ganancias de las importaciones. El dólar, en esa época, estaba a 14 pesos. Nosotros ofrecíamos 7 pesos más, a 21, y vendíamos los coches a 40. Por supuesto que había que pagar impuestos y flete y un montón de cosas más. De todas maneras era un buen negocio.

¿Y cómo siguió su relación con Perón, más allá de lo estrictamente profesional?
Bueno, después de eso se generó una gran relación, ya nosotros trascendimos...nos dedicamos a la exportación de cereales, y tuvimos un gran éxito. Competíamos con las empresas multinacionales: Bunge & Born, Dreyfus y Continental de Granos eran nuestros enemigos. Mejor dicho, yo fui el enemigo de ellos. Nosotros teníamos menos burocracia y dependíamos de nosotros mismos. Estábamos vinculados al IAPI. Nos presentábamos en sus licitaciones y las ganábamos todas. Le dimos bastantes dolores de cabeza a Cafiero, porque Cafiero, que era ministro de Comercio, no quería quedar mal con los exportadores foráneos, pero nosotros le ganábamos.

¿Él quería favorecer a otras empresas?

Él no quería quedar mal con otras empresas. Él tenía relación con otras empresas y quería apoyarlas.

¿Pero qué tipo de relación? ¿Comercial o de amistad?
Digamos amistad...

¿Algunos le tenían miedo al obrerismo de Perón?
Había como una especie de duda con respecto al proceso obrero. Nosotros nos asociamos con los obreros y promovimos su participación en las ganancias y en las sociedades. Creamos una organización en la cual los obreros y empleados eran socios nuestros.

¿Cómo era ser un patrón peronista?
Tener sentido de solidaridad. Era creer en el país, y apoyar a la gente para que la gente nos apoyara a nosotros. Y obtuvimos resultados extraordinarios. La gente vivía feliz, vivía contenta. Hicimos un plan de viviendas, ahí en González Catán, donde está la fábrica de Mercedes Benz. Primero hicimos 300 casas pero cuando vino la “Revolución Libertadora” cerró la fábrica, suspendió el plan de viviendas, les quitó las casas a los obreros y las repartió entre suboficiales y funcionarios del gobierno.

¿Y cómo siguió en ese período su relación con Perón?
Fue en aumento. Él me tenía más o menos como su consejero. Un hombre de consulta, para muchas cosas me consultaba.

¿Qué sabe de la relación de Perón con los nazis fugados?
Él no tenía relación con los nazis. Él tenía relación con el embajador aleman y con los alemanes. Tenía una gran relación con Freude. Y Freude defendía mucho a los alemanes, en un principio defendía a los nazis que venían o que pretendían venir, o que inclusive se habían llegado ya a hacer contacto con la Argentina porque esto había empezado mucho antes de que terminara la guerra.

¿Y a usted lo tentaron o habló con gente de los nazis?
Entró a trabajar en mi organización un montón de gente, entre ellos Adolf Eichman.

¿Entró con el nombre falso de Ricardo Clement?
No, todo el mundo sabía perfectamente que era Adolf Eichman y figuraba en la Mercedes-Benz como Eichman desde 1949 hasta que lo detuvieron en 1960. A nadie le molestaba, nadie se ocupó de él. Pero no estaba él solo había 36 alemanes casi todos ingenieros o contadores principalmente ingenieros. Era una de las condiciones que los alemanes me ponían: que tomara el personal que ellos me proponían. Todos tenían pasaportes españoles o portugueses.

Otorgados por la famosa red de los conventos ideada por Pio XII y manejada en Argentina por el cardenal Caggiano

Seguramente.

¿Y qué sintió cuándo se enteró de todos los crímenes cometidos por ese hombre que había trabajado en su fábrica?

Pensé que era una monstruosidad lo que había hecho Eichman, pero pensé también que era la guerra y él no hacía más que cumplir órdenes.

Se habla mucho de la corrupción del peronismo.

No había corrupción. En el peronismo no hubo corrupción.

¿Usted puede afirmar que Perón no era corrupto?

No, segurísimo. Yo tengo las pruebas determinantes, nadie puede tener más pruebas que yo para eso.
Yo nunca tuve un pedido de coima de ningún ministerio, pero tuve algunos problemas serios con el mismo Cafiero y con Gómez Morales.

¿Qué tipo de problemas?

Me ponían chicanas. Nosotros nos presentábamos a alguna licitación y siempre había algún pero. Ellos tenían sus relaciones, tenían sus amistades, sus vínculos, y lógicamente....Eso, al principio. Al final, no. Al final, me respetaban mucho.

¿Qué pasó con Cafiero?

Yo era una institución en el país y la gente sabía que tenía predicamento ante Perón. Pero yo tenía una realidad que era una industria espectacular que estaba naciendo en forma arrolladora. Fabricábamos camiones, fabricábamos tractores y Cafiero me boicoteaba con todo. Teníamos una exportadora que ganábamos todas las licitaciones, nos presentábamos y las ganábamos todas pero no porque nosotros fuéramos mejores sino porque éramos más hábiles. Teníamos una organización moderna con poca gente, muy fluida. Las organizaciones como Bunge-Born, Dreyfus, eran unos gigantes con unos costos y unos gastos espectaculares. Nosotros teníamos poco gasto, teníamos nuestra representación en Nueva York, en Frankfurt, en París con dos personas en cada país y funcionábamos espectacularmente bien y a Cafiero eso no le gustaba.

¿Y con Juancito Duarte, el hermano de Evita?

Lo conocí. Muchas veces dijeron que había sido socio mío. Nunca fue socio mío ni cosa por el estilo. Solamente una vez me pidió tres autos para tres señoritas: Carmen Idal, Elina Colomer y Fanny Navarro. Eran sus amigas y él los pagó. Me pidió que se los vendiéramos baratos. Se los vendimos al 50 por ciento del valor de esa época. Y nos mandaron un cheque por esos valores.

¿Quién le mandó el cheque?

La Secretaría de la Administración de la Presidencia.

O sea que ése sí fue un caso de corrupción...

Si quiere llamarlo así... Pero Juan Duarte se cuidaba muchísimo, él tenía un terrible cuidado por su hermana. Porque todo lo que él podía hacer repercutía en la relación de su hermana con el Presidente. Tal vez más abajo alguna cosa podía haber.

¿Y la muerte de Juan Duarte?

Estaba muy enfermo.

Tenía sífilis...

Tenía sífilis. Se había hecho un tratamiento para adelgazar, había adelgazado mucho y la sífilis se lo había agravado. La muerte de la hermana le produjo un impacto. Él y la hermana eran una simbiosis, eran demasiados amigos para ser hermanos.

Lo que resultó muy sospechoso fue su “suicidio”. Muchos dijeron que, al no contar ya con la protección de Evita, Perón se lo sacó de encima.

Se sospecha, se sospecha. Hasta dijeron que lo habían matado en la residencia y que lo llevaron después a la calle Callao donde él vivía. Yo no creo, yo creo que él se suicidó.
César Fernández Albariño, conocido como el Capitán Gandhi, miembro del aparato represivo de la Libertadora, apareció un día en el panteón de los Duarte, hizo abrir el ataúd de Juancito por un especialista que perforó la envoltura de plomo y a continuación el mismo Capitán, con un cortafierro y un martillo, seccionó la cabeza, la envolvió en un papel de diario y se la llevó a su despacho con la excusa de hacer una pericia balística.

¿Cómo fue la última etapa del gobierno de Perón? ¿Cómo la vivió usted?

La viví muy intensamente porque en esa época yo era una especie de ministro sin cartera. Se me consultaba para muchas cosas y percibí que había un bajón, no un bajón fuerte, pero un bajón. La muerte de Eva fue para el General un golpe terrible. Se sintió más solo.

Se sentía la ausencia de Evita...

Había una gran diferencia. Por ejemplo, el espíritu de lucha de ella era una gran realidad. Ella luchaba y lo apoyaba a Perón en todo y tenía un gran poder de decisión. Actuaba con coraje, con un gran espíritu de sacrificio, con seguridad absoluta de lo que hacía. Era totalmente auténtica, totalmente auténtica, más auténtica que Perón.

¿Y por qué más que Perón?

Porque Perón era un político, un gran político. No se conmovia. Eva se conmovía y sufría, y sufría por los pobres, y sufría por los necesitados, y sufría por los niños, y sufría por los viejos. Y así se mató. Así se murió pobrecita sacrificándose por todos ellos.

¿Hasta qué punto Eva influía en Perón?

Influía, influía. Pero sin lugar a duda, si hablamos de quién influía a quién, le diré que influía más Perón en Eva que Eva en Perón. Era una mujer impresionante. Cuando recibió al embajador de España en el `47 que era el Marques de no se cuanto.... Lo cita y lo hace esperar, lo hace esperar una hora porque la noche anterior él le había dado una cena a las señoras que formaban la sociedad de beneficencia. Era su pequeña venganza. Ella no perdonaba.

¿Cómo era la relación con Perón?

Muy respetuosa y cariñosa. Ella vivía enamorada de Perón, y Perón a su manera estaba enamorada de ella.

¿Por qué el Ejército se opuso a la candidatura de Evita?

Yo era muy amigo de Lucero, el ministro de Guerra, y un día me dijo: “Mire, Jorge Antonio, a usted el Presidente lo escucha mucho y sería importante, que le hiciera llegar nuestra preocupación, la de los amigos de él, porque se habla de la candidatura de la señora para vicepresidente. Eso va a caer muy mal en el Ejército y a mí me cuesta un trabajo bárbaro parar eso”. Yo le dije: “No me puedo meter en eso, se trata de una cuestión política y yo odio la política. No me gusta la política. Yo soy un industrial. Soy un hombre de empresa. De todas maneras, le agradezco la confianza que me dispensa, pero no me voy a meter en eso. No opinaré”. Y no opiné.

¿Y usted qué opinaba?

Yo opinaba que las dos cosas eran una monstruosidad. Tanto que Evita fuera candidata –porque yo ya sabía que ella estaba muy enferma- como que se opusieran a ello sus propios pares.

¿Qué odiaba de Evita la oligarquía?

Todo. Todo su ser. La envidiaban, por supuesto; envidiaban su juventud, su posición, su audacia, porque ella poseía esas cualidades.

¿Usted se acuerda de la sublevación de Menéndez? ¿Por qué Perón lo perdona cuando Evita lo quería fusilar?

Ella quería el escarmiento pero la mayoría de los generales se opuso. Lucero mismo, que era amigo de Perón, se opuso al escarmiento y bregó por el perdón, es decir, por la cárcel. Fueron a Río Gallegos donde nosotros estuvimos, les hicieron un pabellón muy cómodo. Estuvieron detenidos ahí cuatro años y después fuimos a parar nosotros al mismo lugar.

¿Por qué Evita no fue vicepresidenta?

Porque no la dejan los militares. Fueron y le impusieron a Perón de que no podía ser. Eva se pelea pero le duela, le duele, le duela terriblemente, y ella vislumbra que son los militares. En esos días los militares, no paraban de tener entrevistas con Perón. La negociación fue dura y fue amplia, llevó muchos días.

¿Usted lo vio realmente conmovido a Perón cuando Evita estaba enferma ? ¿Él lo sentía?

Sí, si lo sentía y lo sintió mucho toda su vida. Una vez me hizo una confesión –me dice- usted sueña mucho Jorge –le digo- sueño a veces, no mucho pero sueño a veces.
A mí me pasa una cosa terrible –me dice- sueño todas las noches con Eva, no sueño con Isabel sueño con Eva siempre sueño con Eva – y yo le dije- eso es muy bueno, es auténtico, eso habla a favor suyo presidente.

¿Usted por qué cree que comenzó el conflicto con la iglesia?

No existió un conflicto con la iglesia. Existió conflicto con algunos curas principalmente con Tato y Novoa.
Porque ellos dos fueron los que iniciaron todo el proceso contra Perón. Yo era muy amigo de monseñor Copelo. Y él vivía una preocupación constante por Novoa y Tato. Más de una vez me llamó y me pidió que intercediera ante Perón para que no tomara las ofensas de estos dos hombres como las ofensas de la gente de la iglesia. Y yo le decía.... “pero hable usted con Perón, tiene que hablar usted personalmente si usted tiene cabida y Perón lo respeta muchísimo”. Así, de eso surgen tres o cuatro reuniones con Copelo y la cosa se suaviza un poco. Pero después Tato y Novoa se enloquecen. Pero vea las vueltas del mundo como son.....en el año `62 vienen Tato y Novoa a Madrid y me vienen a ver para pedirme que les consiga una entrevista con Perón que querían pedirle disculpas por lo que habían hecho.

¿Y usted que hizo?

Yo le dije mire, le digo yo... Perón -les digo yo- tiene tal grandeza que es capaz de recibirlo, pero yo, si estuviera en el lugar de él, no los recibiría. Y dicen pero usted haga la gestión que si usted lo hace nos va a recibir –le digo- sí, mañana a las cinco de la tarde vengan acá a mi oficina que el general los va a recibir. Le consulté a Perón y me dijo - Sí, como no con mucho gusto Jorge –dice- pero a estos les voy a cantar las cuarenta. Textuales palabras de Perón.

¿Se encontraron?

Sí, si, si se encontraron y Perón le dijo a Novoa que llevaba la voz de mando “Esto que me vienen a decir a mí, yo ya lo conocía”. Eso monseñor –le dice- no me lo tiene que venir a decir a mí porque yo lo conozco. Vayan a la Argentina y en una homilía o en una misa díganlo pero díganlo ustedes a voz en cuello. Díganlo en Buenos Aires, díganlo en Santa Fe, en donde tengan ustedes vigencia pero no me lo vengan a decir a mí porque este es un cuento que yo conozco perfectamente bien. Les acepto las disculpas y aquí no ha pasado nada, conmigo no ha pasado nada, pero eso lo tienen que decirlo ustedes en la Argentina.
Los dos se comprometieron a venir a la Argentina y a coordinar con la gente directiva del peronismo acá para hacer algunas gestiones, que no nunca las hicieron.

¿Cómo vivió los bombardeos del 16 de junio de 1955 y la caída de Perón?

El 16 de junio a las 3 de la tarde fui a visitar a Perón al tercer piso del Ministerio de Guerra y le pregunté: “Señor, ¿está bien o está preso?”. Y me contestó: “Jorge Antonio, estoy bien, entre camaradas, pero no sé lo que pasa en la calle”. “Hay mucha gente herida y muerta”, le dije. “Fíjese que terrible. ¿Por qué no terminaron directamente conmigo? Solamente unos paranoicos o degenerados mentales han podido inmolar así tantas vidas inocentes”, contestó.
Y después vino el golpe definitivo. El 16 de septiembre de 1955 Perón me manda a buscar. Estaba en la residencia, acá en Libertador. “Mire, Jorge Antonio, lo que ha pasado; quieren una guerra y nosotros no podemos hacer una guerra así. Yo me voy a ir. Y usted ha estado muy ligado a nosotros y es una representación de lo que es la industria del peronismo. Usted se ha destacado y lo van a perseguir y no la va a pasar bien. Si yo me voy, lo invito a que se venga conmigo”. Y yo le dije: “No, General, yo le agradezco muchísimo, pero me quedo acá y aguantaré las consecuencias. No tengo nada que ocultar, no tengo nada que temer”.
“Pero ellos no lo van a considerar así. Lo van a considerar como el brazo derecho mío en lo industrial y en muchas otras cosas”, me respondió. Ya se sabía que yo era un hombre de consulta. Me quedé y al otro día que él se fue informaban por radio que me iban a detener, y yo fui y me presenté, y me detuvieron.

Y de ahí al sur, ¿no?

A un barco, donde estuve 17 días, y de ahí a Ushuaia; a la penitenciaría primero, donde estuve un mes de rigurosísima incomunicación. Después nos llevaron a Río Gallegos con otros 16, entre los que estaban Gómez morales, Cereijo, Méndez San Martín, Gamboa, Nicolini, Aloé, Cámpora, Cooke, Kelly y yo. Ahí estuve unos dos años hasta que me fugué, me llevé cinco conmigo y me fugué a Chile. Yo ya estaba cansado de estar preso y sin causa. No tenía ninguna causa abierta. Todo eran suposiciones. Era todo perfecto, éramos de los primeros en pagar impuestos en el país, sin lugar a dudas....por más investigaciones que hicieran. Quemaron una casa en mar del Plata que era mía, intervinieron mi casa, donde vivía con mi familia, se llevaron todas las cosas que había, la saquearon. Bueno, intervinieron todas las empresas. Algunas las anularon, otras las vendieron, otras las mantuvieron cerradas durante cuatro años. Mis cuentas bancarias fueron confiscadas. Y en el exterior yo no tenía cuentas. Era demasiado iluso. Así que por más que buscaron no encontraron nada. Nosotros no teníamos necesidad. Teníamos una trayectoria demasiado clara, abierta, para tener prejuicios, para tener preocupaciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario