Las diversas confesiones cristianas consideran que pueden ser de origen sobrenatural, bien un don deDios o una intervención diabólica, o causadas por el mismo sujeto que las porta, ya sea intencionalmente o por razones de origen psicosomático (la persona en cuestión es tan religiosa que su cuerpo espontáneamente desarrolla heridas parecidas a los estigmas, como reacción a sus procesos mentales).
La Iglesia Católica, cuando los considera auténticos y don divino, afirma que son participación de los sufrimientos de Cristo. Reconoce unos doscientos cincuenta casos de santos y beatos que han portado estigmas; estos pueden ser visibles o no, sangrientos o no, permanentes o no. Los estigmas invisibles, según la Iglesia Católica, pueden producir tanto dolor como los visibles.
El tipo de heridas refleja su correspondencia con la Pasión de Jesús a través de las siguientes señales:
- Heridas en manos o muñecas, semejantes a las causadas por estacas
- Heridas en los pies, semejantes a las causadas por estacas
- Heridas en la cabeza, semejantes a las provocadas por la corona de espinas
- Heridas en la espalda, semejantes a las de látigo en la Flagelación
- Herida en un costado, semejantes a las causadas por lanzas.A lo largo de la historia se han documentado muchos casos de personas que -sin causa aparente- padecieron estigmas, es decir, heridas estimadas semejantes a las que habría sufrido Jesús de Nazaret durante su pasión. Aunque suele considerarse a San Francisco de Asís (c. 1181-1226) como el primer estigmatizado, en realidad el primer caso en la historia sería el de la Beata María de Oignies (c. 1177-1213), beguina, caso que por ser poco conocido pasó prácticamente inadvertido. También destacan otros estigmatizados como Santa Catalina de Siena, la Venerable alemanaTeresa Neumann, la laica pasionista Santa Gema Galgani y el Santo capuchino Pío de Pietrelcina.
Existen hechos referidos a las llamadas "estigmatizaciones verdaderas" para los cuales no se encontró una explicación científica:
- Mientras que las heridas comunes cicatrizan en personas sin problemas de coagulación de su sangre, las ciencias médicas no logran la curación de los estigmas mediante tratamiento alguno.
- A diferencia de las heridas naturales de cierta duración, las de los estigmatizados no emiten olores fétidos. Hubo una sola excepción conocida: la de Santa Rita de Casia (1381-1457), quien habría recibido en su frente una herida causada por una espina arrancada de la corona de Jesús crucificado. Aunque su olor era repulsivo, la herida nunca supuró ni causó ninguna alteración mórbida de los tejidos. En cambio, al morir, el cadáver de Santa Rita emitía una intensa fragancia dulce.
- A veces las heridas emitían aromas exquisitos, como en los casos de Juana de la Cruz, priora franciscana del convento de Toledo, y la Beata Lucía Brocadelli de Narni (1476–1544) una mística católica italiana, beatificada en 1710.
[editar]La estigmatización de San Francisco de Asís
El caso de la estigmatización de San Francisco de Asís1 es particularmente destacable, por la cantidad de testigos, unos pocos en vida pero en mayor número luego de su muerte, que corroboraron la veracidad del hecho. En vida, el hermano León (aquel a quien Francisco dedicara su famosa "Bendición a fray León"), fue uno de los que acompañaron a Francisco al monte Alvernia en agosto de 1224 donde, según los escritos de Buenaventura de Fidanza y otros documentos de la época, el «pobre de Asís» recibió los llamados «estigmas de Cristo»2 para luego escribir en un trozo de pergamino las llamadas Laudes Dei altissimi ("Alabanzas al Dios Altísimo").3 Fray León fue el único testigo de los momentos previos a la estigmatización de San Francisco.4 Al final de la vida de Francisco, cuando su cuerpecillo era ya un desecho humano, el santo confió el cuidado de su persona a cuatro de los más suyos, que le merecían un amor singular. Uno de ellos fue el hermano León, permitiéndole que le tocara sus llagas cuando le cambiaba las vendas manchadas con su sangre, lo cual era para Fray León un gozoso y a la vez doloroso rito. Francisco, celoso de que nadie se percatara de sus estigmas -un privilegio del que se consideraba a sí mismo indigno-, llegó a tener con el hermano León esta delicadeza excepcional: una vez, colocó con amor su mano llagada sobre el corazón del hermano León.
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