EL CLIMA

domingo, 7 de agosto de 2011

PSICO NIÑOS



PSICOLOGIA INFANTIL
Cada niño nace en el centro del seno de su familia. El íntimo contacto precoz entre la madre y el niño, inmediatamente después de su crecimiento tendrá un elevado significado emocional para la necesidad mutua de intercambio.
La madre tocas las manos y el cuerpo de su hijo recién nacido, acaricia cariñosamente la cara del neonato. De cierta manera mantiene una conversación directa con su hijo cara a cara. Por su parte el niño respira una sensación visible de tranquilidad cuando capta sobre el pecho de su madre el latido cardiaco y la voz, que le resulta sumamente familiar por su experiencia prenatal.
Está etapa esta comprendida entre los 3 años ( primera infancia) hasta los 10 años ( infancia tardía – edad escolar básica) en la cual el niño vivirá miles de experiencias en al interior del hogar, escuela y comunidad.
En la cumbre mundial de la UNICEF, en septiembre de 1990, mas de 60 jefes de estado y de gobierno hicieron la solemne promesa de instaurar, desde su ámbito de responsabilidad, las medidas necesarias y oportunas para erradicar la desnutrición masiva, enfermedades evitables y el analfabetismo hasta el año 2000. El programa unificado será inspeccionado por la Naciones Unidas y se controlará regularmente, un signo de esperanza para los niños de la tierra.
Los niños no son pequeños adultos sin embargo, necesitan la relación con personas adultas que comprendiendo su condición de niños, les acompañen y ofrezcan cuidados, seguridad y estimulación efectiva.
El nacimiento de un niño supone simultáneamente el nacimiento de una familia.
Enfoque de los trastornos psicológicos
El estudio de trastornos psicológicos es el estudio de problemas de la vida y dicho con sencillez, comprende el estudio de patrones de conducta que en la sociedad se consideran como "anormales".
El funcionamiento humano eficiente o "normal" es en parte la ausencia de patrones anormales de acción, conocimiento y emoción.
  1. Trastornos del sueño
De 0 a 12 meses
Cada niño posee un ritmo propio de sueño que, habitualmente, no coincide con el requerido por la madre o por los hábitos sociales. El niño tiene sus propios métodos para realizar el tránsito del estado de vigilia al de sueño, por ejemplo mediante actividades autoeróticas. Sin embargo el desconocimiento de las necesidades naturales del bebé puede crear las primeras dificultades con le funcionamiento normal de los procesos de satisfacción de los impulsos y/o necesidades.
Antes del año, el bebé una vez satisfechas sus necesidades corporales y cuando no interfieren otros problemas, puede quedarse rápidamente dormido, ya que el sueño va íntimamente ligado a la impresión de saciedad. Durante los primeros meses, el despertar está estrechamente vinculado a la sensación de hambre, y el adormecimiento a la de satisfacción. A fines del primer año los estados de vigilia son frecuentes ya que se amplían los intereses de los niños, quien se torna cada vez más activo.
Se entiende que los trastornos del ritmo habitual del sueño suelen estar relacionados con dificultades en la alimentación o con trastornos de relación.
Durante el primer trimestre de vida, pueden darse dificultades en conciliar el sueño a causa de varios factores:
  • Inadecuada aplicación del régimen alimentario
  • Rigidez en los horarios
  • Tomas mal compaginadas con las necesidades del niño
  • Falta de estimulación en general.
También puede darse una sobreestimulación que provoque en el bebé un estado de hiperexcitabilidad que le impida dormir. Un ausencia del contacto incidirá igualmente en el trastorno.
Algunos niños, sobretodo los hiperactivos, tienen más dificultad que otros para conciliar el sueño, y necesitan, por ello, y ambiente más acogedor y tranquilizante, pero con todo debe tenerse en cuenta los factores anteriormente citados.
A partir del tercer mes la falta de estimulación general y de contacto afectivo se convierten en causa primordial de los trastornos del sueño.
De 12 A 24 Meses
Independientemente de que durante el primer año de vida el bebé halla establecido un buen ritmo de sueño producido sin problemas, a lo largo del segundo año aparecerán dificultades para conciliar el mismo.
El niño suele estar excitado ante el nuevo campo de posibilidades que le ofrecen sus recientes adquisiciones, sobretodo las relativas al dominio de la marcha: surgen también inquietudes relacionadas con la problemática de la individuación. Ante este estado de cosas, dormir ya no es la solamente la respuesta automática a una necesidad corporal, sino que el niño precisa abstraerse de sus intereses para conciliar el sueño. Como esto no es fácil y produce un grado importante de ansiedad, el niño trata de mantenerse despierto utilizando todos los medios a su alcance.
La incapacidad para soportar el comienzo de la auton omía, por lo que ésta supone la separación de la madre, hacen que las llamadas de atención hacia ésta sean continuas mediante múltiples medios que provoquen su presencia: lloros, ritos, utilización de rituales (que pueden llegar a constituir auténticos ceremoniales), etc. Estos rituales se manifiestan de distintas formas, por ejemplo, exigiendo que la madre se quede en determinado lugar, que se quede un rato junto a él después de apagar la luz, que le acunen, que le cuenten historias, etc. Hay otro tipo de rituales, que ejecuta el niño en el modo de acostar, arropar y hacer dormir a todos sus muñecos como acto previo a su propio descanso.
Otros medios a los que recurre el niño de esta edad para conciliar el sueño, algunas de las cuales son una continuación de la etapa anterior (mecerse, balancearse, succionarse el pulgar, masturbarse, etc.), todo lo cual le permite dormirse el recurso a los "objetos transicionales" –osos de peluche, muñecos, mantas– es otra forma de conjurar la angustia y posibilitar la transición del estado de vigilia al sueño.
Hay una serie de factores de carácter externo que provocan ansiedad y perturban el sueño. Entre ellos pueden citarse los horarios irregulares, un ambiente ruidoso y agitado, y la sobreestimulación del niño por parte de los padres.
Otro factor ansiógeno se añade cuando el niño duerme en la habitación de los padres. Igualmente las imposiciones excesivas en el terreno educativo respecto a la motricidad, el lenguaje y la limpieza producen fuerte ansiedad, que repercute en ansiedades para dormir.
De 2 A 5 Años
Durante la fase de sueño hay una ruptura con el mundo exterior y una disminución de las funciones vegetativas y de relación.
La cantidad de horas que duerme el niño, así como la profundidad de su sueño y su distribución durante las 24 horas del día, depende de las diferentes etapas del desarrollo, ya que la evolución del sueño es paralela al proceso de maduración orgánico-funcional.
Las muestras de ansiedad, relacionadas con el sueño durante el segundo año, se dan en forma de dificultad para irse a la cama, porque ello supone separarse de la madre. Si la estimulación durante la vigilia no es adecuada, y no va acompañada de un buena relación, el sueño se verá interrumpido y aparecerán diversos trastornos
Entre los 3 y 5 años, el sueño tiende generalmente a normalizarse, aunque pueden continuar algunas dificultades, tales como despertarse varias veces durante la noche, llamar a la madre, padecer sueños desagradables, etc.
A estas edades los niños se niegan a hacer la siesta.
Los trastornos que pueden aparecer en ésta época son:
  • Miedos
  • Rituales y Automatismos
  • Pesadillas
  • Terrores Nocturnos.
Miedos
El niño experimenta el miedo y la angustia en forma combinada. Los miedos suelen ser bastante frecuente s entre los dos y dos años y medio, los niños tienen miedo a la oscuridad y a estar solos, piden la luz de la habitación o del pasillo encendidas, el interruptor cerca, y requieren a menudo la presencia de la madre para tranquilizarlos y conciliar el sueño.
Hacia los tres años y medio. Los miedos se concentran en los pequeños animales (bichitos en la cama). Por el contrario, a los cinco años los temores se centran en los grandes animales (bestias salvajes).
Estos miedos sueles calmarse con la presencia de los padres y acostumbran a desaparecer sin llegar a constituir un problema importante, siempre que los progenitores traten de comprenderlos y tranquilizar al niño para que éste pueda sentirse protegido.
Cuando las pesadillas son muy frecuentes y muy terroríficas, y los miedos van en aumento, son síntomas de un trastorno de la personalidad del niño.
Rituales y Automatismos.

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