EL CLIMA

martes, 3 de mayo de 2011

LA NEUROTICA Y LA ROPA






LA NEUROTICA, Y LA ROPA....

Ir a comprar ropa: una prueba de autoestima

Hace más de un año que leyendo un periódico local encontré un artículo que hablaba de un tema que yo ya hacía tiempo que observaba y que parece que nos pasa a todos: usamos varias tallas a la vez. Yo por ejemplo tengo actualmente en mi armario tres tallas distintas de pantalones. Al medirlos todo miden lo mismo pero lo que marca la etiqueta es lo que varía y esto me saca de mis casillas. Es por cosas como ésta por las que odio ir a comprar ropa, porque si tengo un mal día vuelvo a casa hundida. Si cojo la talla menor de mi armario en la tienda y no me entra me cabrea, pero cojo la siguiente y cuando veo que tampoco me entra es cuando me entra una mala leche que me dan ganas de montar una convención de tunos debajo de la ventana del puñetero diseñador. Y es que…¿esto a quién le beneficia? Porque a todas por igual nos ponen de mala leche estas cosas, yo cuando cojo la 42 y no me entra y al final consigo entrar en una 46 me subo por las paredes. Pero es que yo aún he aceptado que me sobran unos kilitos, pero ¿y esas pobres chicas que suelen calzarse una 36 y de repente comprueban que han acabado embutiéndose en una 40? Esas sí que se suben por las paredes y por las lámparas a modo de spiderman.Y es que resulta que a partir de la talla 44 empieza a haber problemas para comprar ropa. En muchas tiendas ves que todo llega a la 44 y “con suerte” hay un apartado donde pone “tallas especiales” que están las tallas de la 46 a la 50. ¡¿Especiales?! ¡¿Cómo que especiales?! ¡¿Especiales por qué?! ¿Qué significa exactamente “especial”? Pues para entendernos, lo que nos quieren decir es “para gordas” a modo de sinónimo de “las que no tienen derecho a ir a la moda o estar guapas”. ¿O si no por qué coño ves los escaparates repletos de maniquíes que muestran una imagen insalubre donde apenas hay lugar para las costillas, no existen las curvas y por supuesto si se convirtieran en personas ni qué decir tenemos de los montones de problemas de salud que tendrían? Y lo malo de todo es que somos animales de costumbres y aunque algo nos fastidie seguimos tragando y al final forma parte de la normalidad y cuando ves la prenda en el maniquí sonríes y vas corriendo a buscar una de tu talla y cuando te miras tú en el espejo… te queda mal. Pues no. No es que te quede mal, es que no te queda como al maniquí por una razón muy sencilla: el maniquí no está hecho a imagen y semejanza del cuerpo humano y mucho menos del cuerpo femenino y mucho menos del latino (¡qué somos las reinas de las curvas!). Y entonces te cabreas, te deprimes y te vas a tu casa y te castigas sin cenar porque de repente… te ves gorda. ¡Claro! ¡Al lado del maniquí cualquiera está gorda! Con todo esto no quiero decir que las chicas que usan la 36 no tengan derecho a usarla o tengan problemas de salud, ni muchísimo menos. De hecho conozco a más de una con una talla 36 que no se priva de nada a la hora de comer, pero eso si, tiene una suerte divina con su metabolismo y su constitución. Desgraciadamente, lo que más abunda no es este tipo de mujer si no todo lo contrario. Recuerdo una anécdota que me pasó hace poco en las últimas rebajas de verano: yo siempre he ido a las rebajas con mi hermana pero este año, como mi hermana no estaba decidí ir con mi novio. Bueno, para empezar imaginaros la cara de susto que puso el pobre cuando vio aquella gran multitud de chicas como locas de un lado a otro de las tiendas. Al principio se alegró porque vio a algunos hombres con ellas y se sintió en sintonía pero en seguida cambió de ánimo cuando se dio cuenta de que los hombres eran utilizados como percheros ambulantes y parecía que hubieran estado entrenando con las pesas todo el año para tener unos brazos lo suficientemente fuertes que pudieran soportar aquel montón de ropa que la novia les colocaba encima. Bueno, la historia es que el día anterior estuvo dándome la tabarra para que fuéramos a comprar al otro día y así evitar el montón de gente pero yo le dije que ni de coña, que eso era una locura. Y entonces él me dijo “¿por qué? ¿es que piensas que te vas a quedar sin ropa en un día?” y yo le contesté “sin ropa no, pero sin talla si”. Fue entonces cuando le expliqué que lo que siempre sobra es la talla 36, 38 y algunas de la 40 pero que la mayoría de la población femenina empieza en la talla 42 y eso vuela. Me puso algunos reparos, pero al día siguiente tuvimos opción de corroborar mi teoría, en algunos apartados era como si solo vendieran de la 36 a la 40 porque no había ni un ejemplar superior disponible. Para que luego nos cuelguen el cartelito de “especiales” tiene narices… En fin, he intentado escanear el artículo que mencioné al principio pero como no tenía mucha calidad he decidido transcribirlo por si a alguien le llama la curiosidad leerlo, aquí os lo dejo:

Cuando la ropa no da la talla

En Europa no existe ninguna ley que regule las tallas. Las medidas de las prendas de vestir no están unificadas, ni en nuestro país, ni en el resto de Europa, ya que no existe en la actualidad ninguna reglamentación ni organismo oficial que los regule y estandarice. Hay un condicionamiento, y es el que existe a la hora de ir a comprar y que conlleva distintos problemas, sobre todo en lo que respecta a la moda del vestir femenino, mucho más cuando se requiere vestir acorde con las tendencias que marca la moda.


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