El optimismo embellece
Raquel Rodríguez de Bujalance
No hay que confundir el optimismo con la alegría. El optimismo no conduce siempre a una alegría expresada sino que proporciona paz interior a la persona, y esa paz proporciona una belleza serena que ilumina la personalidad. También en muchas ocasiones alegra la vida, pero no necesariamente siempre. Cuando ocurre una desgracia, por ejemplo, la persona optimista estará triste, pero no desesperada. El optimismo vence al desaliento y al abandono que siempre afean la personalidad.
Existen dos tipos de personas: las que confían en si mismas y en las de más y las personas desconfiadas. Las primeras son normalmente personas agradables, serenas con las que da gusto estar y charlar y que caen bien a los demás, poseen una bella personalidad independientemente de su aspecto físico
¿Optimismo o ingenuidad?
Las personas ricas, guapas, simpáticas, con una buena formación y un buen trabajo pueden vivir en un estado de optimismo falso. Creen que son optimistas porque no han fracasado, pero pueden no ser optimistas si no saben relacionar lo que ocurre, sea agradable o no. La persona que se encuentra satisfecha simplemente porque las cosas le van bien, tiene muchas posibilidades de sentirse defraudada, sola, etc. porque no habrá aprendido a confiar en los demás, a reconocer el valor del esfuerzo y del fracaso soportado con alegría y a sacar consecuencias positivas de situaciones que parecen poco aprovechables.
En la situación contraria se encuentran las personas desconfiadas, especialmente si su desconfianza se basa en el hecho de haber fracasado muchas veces o por no haber encontrado el apoyo de nadie para ayudarles. Estas personas no llegarán a ser optimistas si no aprenden a salir de si mismas, a dejar de buscar su propia satisfacción, si piensan que ellas tienen también que ayudar a los demás. La que sólo piensa en su propia satisfacción continuamente sufrirá desengaños, y el desengaño solo conduce a la tristeza, a posturas pesimistas.
Muchas veces las personas optimistas pecan de ingenuas y muchas otras veces son tratadas de ingenuas por los demás. Para evitar la ingenuidad hay que ser realistas conociendo y midiendo el tipo de confianza que existe, que tienen con cada persona, pera que confíen en ella razonablemente y de no de forma ilimitada como podrían hacerlo con sus familiares más directos.
Pecaría de ingenua la persona que pensase que el médico siempre le va a curar sus enfermedades, tenga lo que tenga, -y probablemente sea así a o ser que se le presente una enfermedad incurable, -, pero sería más realista que no tuviera tanta confianza en el médico, aunque sea un médico estupendo, y que pensara que el médico siempre va a poner los medios más apropiados para que haya una curación.
Optimismo y pesimismo
La persona optimista es la que espera, piensa, desea, etc, siempre lo mejor pero sabe aceptar cualquier otra solución deportivamente y con paz. Ser optimista cuando todo sale bien es bastante sencillo, pero el triunfo personal, los éxitos conducen a un optimismo falso. Pensará que es optimista porque no ha fracasado, no tiene razones para el pesimismo, pero no es optimista porque no sabe relacionar lo que ocurre sea agradable o no con otros fines fuera de si mismo.
En el momento de pesimismo se pueden destacar dos elementos: La dificultad real de la situación a resolver y la dificultad interna de la persona para enfocar la situación adecuadamente y tiene una manifestación: la crítica negativa. Ver el realismo de las situaciones es algo tremendamente difícil, la mayoría de las personas analizan las situaciones de dificultad con tal carga de subjetivismo, con un enfoque tan personal que resulta difícil centrar la dificultad real. Hay un tipo de personas más realistas que tratan de analizar los hechos con objetividad pero también añadirán a ellos su particular interpretación. Las personas optimistas van más allá de los datos reales para centrarse, en primer lugar en las circunstancias positivas, en las posibilidades de mejora de la situación. Teniendo en cuenta las deficiencias pero sabiendo que muchas veces puede superarlas. La crítica negativa, por seguir el ejemplo anterior, es incompatible con el optimismo.
Una persona con un jefe autoritario puede pensar. “ES imposible hablar con este hombre que además no vale para nada, por eso esconde su mediocridad bajo una capa de autoritarismo”, si embargo el optimista pensará en primer lugar en los méritos que tiene su jefe, en el estrés que sufre, en los problemas que tiene que solucionar e intentará comunicar con él aunque sea en pocas cosas.
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