ESTADOS DE ANIMO
El estado de ánimo es un estado emocional que permanece durante un período relativamente largo. Se diferencian de las emociones en que son menos específicos, menos intensos, más duraderos y menos dados a ser activados por un determinado estímulo o evento.[1]
Los estados de ánimo suelen tener una determinada valencia, o lo que es lo mismo, se suele hablar de buen y de mal estado de ánimo. A diferencia de las emociones, como el miedo o la sorpresa, un estado de ánimo puede durar horas o días.
También se diferencian del temperamento o la personalidad, los cuales generalmente no suelen tener una componente temporal, si no que son actitudes permanentes en el tiempo. No obstante, determinados tipos de personalidades, como el optimismo o la neurosis pueden predisponer al sujeto a unos determinados estados de ánimo. Ciertas alteraciones del estado de ánimo como la depresión o el trastorno bipolar forman una clase de patologías denominadas trastornos del estado de ánimo.
Según algunos psicólogos como Robert Thayer, el estado de ánimo es una relación entre dos variables: energía y tensión.[2] Según esta teoría, el estado de ánimo divergería entre un estado energético (de más cansado a más activo) y un estado referido al grado de nerviosismo (entre más calmado o más tenso), considerándose el mejor un estado calmado-energético y el peor un estado tenso-cansado. Thayer también defiende una conexión especial entre alimentación y ejercicio físico el estado de ánimo.[3]
Un reciente metaanálisis llegó a la conclusión de que, contrariamente al estereotipo del artista sufridor, la felicidad es uno de los factores que propician la creatividad, mientras que un bajo estado de ánimo propiciaría menores niveles de ésta.[4]
lgunos días la gente se levanta de la cama con “la depre”; ese lamentable estado de ánimo que todos llegamos alguna vez a experimentar que hace que todo el día nos vaya mal.
El estado de ánimo depende de la mente, es decir lo que piensa y siente una persona y su funcionamiento físico.
La conexión mente cuerpo permite que los pensamientos y emociones se expresen con el cuerpo.
La mente tiene la capacidad de cambiar de un estado a otro en forma inmediata y cuando eso sucede, todo alrededor también cambia.
La mente guía al cuerpo y éste la acompaña y las emociones de preocupación, miedo, dolor, desesperanza, odio, resentimiento, etc. se reflejan en el rostro.
Si nos levantamos con el pie izquierdo, las experiencias placenteras del pasado nos pueden ayudar en el presente a recuperar el estado de ánimo normal porque representan un recurso para levantar el ánimo.
Ponerse en un estado de más recursos es una forma de salir de estados emocionales negativos y recobrar un estado normal.
El método de Programación Neurolingüística llama libertad emocional a la posibilidad de cambiar de estado de ánimo voluntariamente; y las personas que lo logran pueden experimentar los vaivenes de su existencia pero sin quedarse fijados al sufrimiento.
No sólo podemos reaccionar frente a lo que nos pasa sino que además podemos influir en nuestros estados de ánimo y cambiarlos, porque todo depende de nuestra interioridad.
Las emociones se pueden inducir haciendo que una persona las recuerde.
Por ejemplo, se puede volver a sentir miedo recordando una situación de peligro, odio evocando a alguien que nos ha dañado y alegría recordando un momento feliz.
Todos podemos evaluar cómo está el otro con sólo mirarlo detenidamente y conversar algunas palabras con él, porque la mala onda se puede extender hasta el interlocutor y hasta contagiarlo.
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