DE LAS PELUQUERIAS
Quizá para la gente normal ir a la peluquería sea un hecho simple, van a la peluquería y ya. Pero para mí es todo un trance, un terrible mal necesario. Apenas entrar a una peluquería pasan varias cosas y uno se encuentra con distintos personajes:
1. La mujer de la entrada: es a la que uno le dice qué se va a hacer, y que empieza preguntando ¿quién la va a atender?, a lo que yo siempre respondo "no sé, con quien sea", porque no tengo ni idea de cómo se llaman l@s peluquer@s ni tampoco me importa.
2. La/el que lava el pelo: persona cuyo oficio es jalar el cabello hasta que a uno casi se le salgan las lágrimas. Además me produce un gran stress el hecho de que me pregunten: "qué te pongo?" a lo que pongo cara de idiota porque no sé de qué me hablan y digo "de qué??" y el/la tip@ responde: "crema o tratamiento?" (o algo así), y yo nunca sé qué responder porque no sé cuál es la gran diferencia entre los dos.
3. La/el que corta o seca o lo que sea que uno se vaya a hacer: es el personaje central de este tema, porque es con quién vamos a pasar más tiempo dentro de ese antro. Lo primero que hace es criticar el cabello de uno, el corte y/o el tinte que uno tiene, haciendo comentarios como: "ay mija y dónde te cortaron así ese pelo??", "mija, como te partieron ese cabello con esas mechas", o "muchacha tú si tienes cabello!!!".
Después, si lo que uno se va a hacer es secarse (mi caso la mayoría de las veces), pregunta: "cómo lo quieres, liso?", y yo solía poner cara de idiota, porque no sabía qué otro tipo de secado había aparte de liso, hasta que hace poco me enteré que también lo pueden secar "hacia arriba" (como Adela, para los entendidos).
Posteriormente viene la parte más traumática: cuando el/la peluquer@ quiere hablar. Si es hombre, te hablará de tu cabello, te preguntará por qué lo tienes así de partido, te recomendará tal o cual producto, etc., pero sobre todo hablará por el celular, porque lo llamarán cientos de veces mientras te atiende. Si es mujer y quiere hablar, lo hará de cualquier cosa que se le ocurra: de tu pelo, de su marido, de cuando parió, de los ladrones, de Chávez, o de cualquier cosa que a uno no podría importarle menos. Ah, se me olvidaba, todo esto bajo un ambiente musical de reggaetón, merengue de Diveana, Rocío Dúrcal o vallenato. Además que pretenden hablarle a uno ¡con el secador prendido! ; por lo menos yo nunca oigo cuando esa gente me habla y tengo que andar diciéndoles: "ah?? ah??? que??", fastidio que nos podríamos evitar todos si se quedaran callad@s. La solución más efectiva (pero no infalible) es ojear una revista mientras tanto, así sea para leer por onceava vez lo que le gustaba comer a la princesa Diana, dicho por el mismísimo chef de la familia real.
Finalizada esta etapa, se presenta una nueva situación incómoda (por lo menos para mí): la propina. Sé que hay que darle propina a la que me lavó el pelo, pero... ¿quién me lavó el pelo? ¡nunca le veo la cara!; ¿cuánto le doy de propina al que me secó? ¿y si me atendió la dueña de la peluquería (pero yo no estoy segura de si es la dueña)? ¿tengo que darle propina?¿no ofendo a nadie dándole propina?. Para evitar esto siempre trato de salir corriendo después de pagar y trato de no volver en mucho tiempo a esa peluquería para que se les olvide mi cara y el hecho de que no les di propina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario