EL CLIMA
lunes, 31 de mayo de 2010
ALCOHOREXIA LA NUEVA PESTE
Los sábados no almuerzo y durante la tarde como una ensalada de lechuga y alguna fruta, así a la noche puedo tomar todo lo que quiero sin zarparme con las calorías”, asegura Vanesa, de 24 años, quien sufre de anorexia nerviosa y que, desde el año pasado, comenzó a darse cuenta de que su gusto por las bebidas la había transformado en otra víctima del alcoholismo.
Lo de Vanesa no es más que la combinación de dos enfermedades (la anorexia y el alcoholismo) que da origen a otra: la alcohorexia. Si bien en la Argentina no es una patología común, vale destacar que se manifiesta cada vez con mayor frecuencia entre las mujeres jóvenes de nivel socioeconómico medio y alto.
Si bien “alcohorexia” todavía no es un término médico oficial, ya es considerado por los especialistas como un grave problema sanitario que afecta a unas 180 mil mujeres sólo en la Argentina.
Este nuevo mal tiene sus variantes: hay pacientes que cuentan las calorías que dejarán de ingerir para reemplazarlas por alcohol y así no engordar; otras dejan de comer para reemplazar los valores calóricos de los alimentos con el alcohol, y un tercer grupo usan el alcohol después de comer en exceso para provocar el vómito y evitar engordar.
La médica nutricionista Mónica Katz, de la Fundación Favaloro, lo explica: “Se trata de una conjugación de anorexia, bulimia y alcoholismo. Consiste en no comer sometiéndose a una abstinencia alimenticia voluntaria o realizar un atracón y posteriormente provocar el vómito, teniendo como tónica dominante en ambas conductas el abuso de bebidas alcohólicas”.
Según los especialistas, en los últimos cinco años se triplicó el número de pacientes víctimas de esta enfermedad que combina “malos hábitos nutricionales con un fuerte componente adictivo”. En general, las afectadas no creen tener problemas con el alcohol. Dicen que saben controlar cuánto toman y cuánto dejar de comer para amortizar las más de 200 calorías que aporta un trago, las mismas que podrían jugar en contra de sus ansias por bajar de peso. “Pareciera que las mujeres no tienen en cuenta las calorías del alcohol; son capaces de no comer para ahorrar calorías, pero no resignan la bebida del fin de semana”, aporta la profesional.
“Hay mujeres que temen meterse una uva en la boca, pero no tienen ningún problema en tomar una cerveza”, dice el doctor Douglas Bunnell, director de los servicios clínicos externos del Centro Renfrew de Filadelfia, en Estados Unidos. Este centro ofrece un enfoque dual sobre el abuso de sustancias y los trastornos alimentarios. “El hábito de emborracharse es de onda, mientras que estar delgado es un imperativo cultural para las jóvenes, por ende no es sorprendente la mezcla de ambas cosas, aunque ha llegado a un punto crítico en términos de conciencia pública”, reconoce.
Una indiscutible razón biológica agrava aún más la situación: las mujeres metabolizan el alcohol a una velocidad un 50% menor que los hombres, con lo cual el efecto es peor. Y si a esto le sumamos el hecho de no haber comido, la ecuación es explosiva. “Si el alcohol se consume sin alimentación de por medio pasa más rápido a la sangre y por lo tanto sus efectos son más rápidos: ebriedad y malestar general; lo preocupante es que el organismo se deteriora por doble vía: una por alcoholismo y otra por la malnutrición”, afirmó Katz.
PACIENTES. Jorgelina tiene 30 años, es licenciada en Ciencias Políticas y se volvió anoréxica a los 23. “Fue en la época que estudiaba en la facultad. Llegué a estar dos meses casi sin comer, apenas ingería pequeñas porciones bajas en calorías. Después empecé a comer mucho y luego forzaba el vómito. Usaba el alcohol para vomitar”, relata la mujer que ya superó el mal trance originado por la enfermedad cuyo nombre “no se conocía en aquel momento”.
También es común que exista una negación sistemática del problema por parte de quien lo sufre. “Como en todo trastorno metabólico, los pacientes no se dan cuenta de que lo padecen y que están dentro de un círculo vicioso para su organismo, por eso es importante la detección por parte de la familia o del médico de cabecera de los primeros síntomas: cuando dejan de comer, comienzan a realizar ejercicio excesivo, ingieren laxantes, tardan más tiempo en el baño y se provocan el vómito y, por supuesto, cuando ingieren frecuentemente alcohol”, explicó la psiquiatra Lilian Urrutia, especialista en trastornos alimentarios.
“La gente está empezando a darse cuenta de que la comida puede funcionar de la misma forma que las drogas y el alcohol”, afirmó la doctora Suzette M. Evans, catedrática de Neurología Clínica en Columbia y autora de una investigación sobre la conexión entre la bulimia y el abuso de sustancias adictivas.
Si bien no hay estadísticas fidedignas, los especialistas hablan de un incremento sostenido en el nivel de consultas en los últimos años, que alcanza a triplicar los casos. Desde la Subsecretaría de Adicciones de la provincia de Buenos Aires admiten el crecimiento de los casos, aunque son cautelosos a la hora de tipificar la alcohorexia como una nueva patología. “Es cierto que cada vez hay más mujeres que padecen ambas enfermedades combinadas, pero no me animo a considerarla una enfermedad en sí misma”, afirmó María Graciela García, responsable del organismo público. “Estos trastornos están enmarcados en un cuadro general de depresión originado en el vacío de afecto que padecen muchos jóvenes”, agregó la funcionaria.
LAS CLAVES
* La edad de las más afectadas varía entre los 18 y los 30 años.
* El mayor peligro de quienes padecen alcohorexia, además de los provocados por la anorexia y la bulimia, es que el alcohol se convierte en la única fuente de calorías con la que se sustentan.
* Hay mujeres que, además, combinan el alcohol con metanfetaminas para inhibir el hambre.
* El 30% de los bulímicos y el 25% de los anoréxicos tienen problemas con el alcohol, según un estudio publicado por la revista Biological Psychiatry.
* Según la Asociación Argentina para la Prevención de los Trastornos de la Conducta Nutricional (AAPTCN), alrededor del 4% de las mujeres argentinas padecen esta enfermedad. Se considera que hay aproximadamente 18 millones de mujeres en el país, y es posible inferir que alrededor de 180 mil pueden ser víctimas de la alcohorexia.
* El alcohol consume grandes cantidades de vitaminas del grupo B para su degradación y pone al organismo al borde la deficiencia.
* Esta patología se descubrió por un reportaje hecho por The New York Times durante 2008, que habla de las mujeres que en Estados Unidos están recurriendo a dejar de comer para compensar las calorías que adquieren al tomar alcohol.
En España y Estados Unidos la llaman drunkorexia
En España y Estados Unidos llaman drunkorexia (“drunk”, borracho en inglés) al desorden alimentario por el que una persona deja de comer para compensar las calorías con lo que toma de alcohol. Y, según informa la Asociación Nacional de Trastornos de la Conducta Alimentaria norteamericana, es una práctica que se extiende no sólo entre las adolescentes sino también entre mujeres adultas. “La obsesión con estar delgado y la aceptación social del consumo de alcohol son parte del origen de este grave trastorno”, explica Douglas Bunnell, presidente de la entidad. A esta nueva tipología se le suma otro trastorno bautizado “diabulimia”, que afecta a las personas diagnosticadas con diabetes tipo I, es decir, que necesitan tratamiento crónico con insulina. Como la falta de insulina hace perder peso porque el páncreas no puede metabolizar la glucosa, algunos diabéticos –especialmente mujeres– no se inyectan la cantidad de hormona que deberían para poder adelgazar poniendo en riesgo su vida.
El mal de Beckham
Famosas como Victoria Beckham, Lindsay Lohan, Tara Reid o Misha Burton forman parte de la cada vez más larga lista de mujeres que la padecen. La Spice Girl reconoció que intentaba combatir su delgadez bebiendo alcohol para añadir más calorías en su cuerpo, ya que, según ella, la comida no la engordaba. En septiembre de 2008 gastó 14.000 dólares en champagne en una noche. La bebida elegida fue Perrier Jouet Belle Époque Blanc de Blancs de 1.160 dólares la botella.
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