EL CLIMA

martes, 9 de febrero de 2010

¿¿QUE ES LA SIMPATIA??




















Los orígenes del término «simpatía» poco tienen que ver, sin embargo, con lo que hoy entendemos por «simpático»: «simpatía» deriva del griego syn (con) y pathos (sufrimiento), y vendría, por tanto, a significar algo así como «sufrir con», esto es, ser capaz de ponerse en lugar del otro para comprender sus pesares y solidarizarse con ellos. Y este es el sentido en el que la simpatía es utilizada por Hume (también por A. Smith, Hutcheson o Schaftsbury) como fundamento de la moral: sólo por simpatía cabe explicar que nos sintamos interesados en el bienestar o la desdicha de otras personas, y que nos veamos afectadas por ellas, todo lo cual pondrá en marcha, por nuestra parte, algún tipo de acción. El escepticismo de Hume, que le lleva a descreer de la posibilidad de hallar un criterio moral infalible desde el que juzgar las acciones en tanto que buenas o malas, empujándole a la sospecha de que, en el fondo, un juicio ético es análogo a un juicio estético, no le conduce definitivamente al puro emotivismo (según el cual la moral sería una mera cuestión de emociones, gustos o sentimientos), merced a que Hume entiende que, en cualquier caso, todos tenemos un sentimiento o un gusto común: alcanzar el placer o la felicidad y evitar el dolor, y, en consecuencia, será bueno aquello que contribuya a ese proyecto, y malo lo que lo dificulte o entorpezca. Tal es, en esencia, el sentido del utilitarismo moral de Hume: una acción es buena si resulta útil en orden a propiciar el bienestar del propio individuo y el de los demás, y, en último término, el bienestar del conjunto de la sociedad. La moral, pues, no hunde sus raíces en el juicio derivado de la especulación, sino en la sensación producto del sentimiento, y en la inquisición de si nuestras acciones merecerían la aprobación de quien nos observa desinteresadamente: «La hipótesis que nosotros adoptamos –afirma Hume en la Investigación sobre los principios de la moral– es sencilla. Define la virtud como cualquier acción o cualidad mental que ofrece al espectador el sentimiento placentero de aprobación; y el vicio como lo contrario [...] La aprobación o censura que sobreviene entonces –prosigue– no puede ser la obra del juicio, sino del corazón; y no es una afirmación o proposición especulativa, sino una sensación o sentimiento activo». Pues bien, tal sentimiento se establece sobre dos principios complementarios: el amor propio (por el que anhelamos nuestra dicha) y la simpatía (que nos induce a desear la del prójimo). En ésta –señala Hume en el Tratado– «se produce una evidente transformación de una idea en una impresión», puesto que los sentimientos y afecciones del prójimo, que inicialmente son para nosotros ideas, concebidas como algo ajeno, se convierten en impresiones actualmente sentidas merced las leyes de asociación de ideas (causalidad, semejanza y contigüidad): «Cuando todas éstas relaciones se aúnan –escribe Hume– llevan la impresión de nuestra propia persona –o autoconciencia– a la idea de los sentimientos o las pasiones de los demás hombres, y nos las hacen concebir del modo más vivo e intenso».

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