EL CLIMA

sábado, 13 de febrero de 2010

MISTERIOS

MISTERIOS
Las caras de Belmez
“Desconcertada y asustada, María Gómez Cámara observaba con detenimiento el supuesto rostro que había aparecido en el suelo de su cocina. Sin saber muy bien qué hacer, salió corriendo a avisar a sus vecinas del milagroso hecho. Éstas, tan confundidas como ella, alentaron sus miedos al decirle que la mancha era, en realidad, una aparición. No obstante, llamaron a un albañil para que picara el suelo y echara una nueva capa de cemento. Durante cinco días, reinó la calma en la casa, hasta que la cara reapareció. Se encontraban ante un posible caso de teleplastia.”
El más importante suceso paranormal de la historia (o el mayor fraude, según se mire), empezó a acaparar la atención de los medios de comunicación allá por el año 1971. Pronto la opinión pública se dividió en dos frentes: los acérrimos creyentes y los incrédulos que vieron desde el principio el fraude que se escondía tras el hecho. El diario local “Pueblo” atribuyó el caso a fuerzas ocultas, mientras que “el Ideal” lo tachó de fraude. En esos momentos se gestó el mayor timo de la historia; un timo que duró 30 años.
Pronto se sucedieron las primeras investigaciones que arrojaron datos desconcertantes: según el periódico “el Ideal”, las manchas (no apareció una, sino varias que alternaban de lugar), estaban hechas con una combinación de nitrato y cloruro de plata. El pueblo de Bélmez (Jaén) empezó a dudar de la autenticidad del caso y cayó, momentáneamente, en el olvido.
Sólo bastó que una revista de fenómenos paranormales centrara su foco de atención en la caras, para que el caso volviera a estar en la palestra. Los redactores de Enigma, con Iker Jiménez a la cabeza, investigaron en profundidad el misterio. Según sus primeras averiguaciones, en el subsuelo de la cocina había un cementerio medieval árabe del siglo VIII (contrastado con la prueba del C-14) con una profundidad de 2,8 metros. El hijo de la dueña de casa declaró que encontraron huesos con forma humana. Desde el descubrimiento, se empezaron a dar fenómenos polstergeist y psicofonías en la vivienda.
La afluencia turística empezó a incrementarse con la serie de monográficos que se sucedían en televisión, radio, prensa, etc. La propietaria, la precursora de estos fantasmas, cobraba una tarifa por observar la terrorífica imagen. Esto dio pie a que muchos estudiosos de las artes esotéricas se volvieran escépticos ante el hecho. Se siguió investigando hasta descubrir la verdad.
Con la prueba del infrarrojo se demostró que tenían una pigmentación gracias a un compuesto químico. Empero, un notario certificó que había clausurado la casa por tres meses y que, al abrirla, las caras habían cambiado de lugar, ¿dónde está ese documento?… Asimismo, en el año 2004, cuando falleció María, el interés decreció de tal manera que su hijo intentó reavivarlo creando una mancha con agua y aceite. El SEIP (Sociedad Española de Investigación Parasicológica) destapó el burdo engaño.
Estos treinta años de mentiras, manipulaciones y fanatismo convirtieron a las caras de Bélmez en uno de los fenómenos más conocidos a nivel mundial. Lástima que sea un auténtico timo. Presuntamente, la “culpable” de todo este invento fue María al descubrir la mancha en la cocina. ¿Por qué lo hizo? ¿Era una broma para sus vecinas? ¿Fue otra víctima del engaño?… En cualquier caso, el secreto se lo llevó a la tumba.

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